Por Gonzalo Quiñones V. Estudiante CECAM.

Ahora que estamos palpando todavía las orientaciones de la Iglesia sobre la Familia, considerada la célula natural de la sociedad; la grandeza también natural del verdadero matrimonio que es entre un hombre y una mujer y que no admite más aproximaciones o analogías, porque se le convierte en una abierta y descarada aberración, que no requiere de mayores explicaciones, pero que reclama acogida de parte de cada uno de nosotros. Que nos convoca a distanciarnos con respeto, valentía y templanza espiritual de las nuevas apologías, o tendencias abortistas, orquestadas desde el propio gobierno –llamado más bien a dar ejemplo en la defensa frontal de la dignidad humana y al derecho de nacer- y desde otras instituciones amorales todas ellas, por las disfunciones sexuales que pregonan en sus discutidísimas “razones de ser” y de existir. Que en una posición enhiesta y valiente- nuestra iglesia católica- acepta, reconoce y pide perdón por los sacerdotes caídos en desgracia por el homosexualismo y otras manifestaciones contrarias a su magisterio. Que implora en todos los ambientes el favor de Dios por la erradicación sistemática de las desigualdades; por una cultura de la prevención al despilfarro del agua y de la energía, que nos identifica en campos y ciudades. Que llama a la tolerancia entre los hombres-sin recaer en la alcahuetería, o la permisividad, o en la cohonestación viciosas, o recurrentes- como el camino a seguir en las relaciones personales, profesionales, laborales, familiares, políticas, sociales y comunitarias.

Las anteriores invocaciones integran aquel VEN Y SIGUEME que identifican el plan misionero de Cristo en la tierra, con una tradición superior a los dos mil años, llamando a los angustiados, desarraigados y desposeídos a la redención, la conversión y la búsqueda permanente de la santidad, que podemos conquistar aquí y ahora, eso sí, con la más profunda humildad, abnegación y respuesta misericordiosa a su Plan de Salvación que nos ha proporcionado con sus palabras y testimonio de vida. Solo así, lo ENCONTRAREMOS TODO. Es decir, la paz, la alegría, los mejores deseos para el nuevo año, la convivencia familiar y las más nobles aspiraciones desde el primer día del nuevo año, con un permanente compartir sin condiciones.

Y ese compartir sin condiciones, nos tiene que inclinar a renunciar a la vanidad que para algunas personas supone haber dado  “el mejor y más costoso regalo” a alguien. De haber gastado mucho dinero en la mejor iluminación y la mejor pólvora del momento. En el más variado y voluminoso mercado solo para su familia y allegados. La navidad y el nuevo año, son oportunidades precisas para darle paso a la calidad humana, para ser solidarios y dignos integrantes de  esta sociedad, gracias a la propuesta de perfeccionarnos cada instante de nuestra existencia, teniendo como punto de partida, la presencia de Dios, nuestro creador, y Cristo nuestro redentor que nunca falla.

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