MANUEL GOMEZ SABOGAL

Por: Manuel Gómez Sabogal

En segundo lugar, me encanta la música. Es un idioma fácil de entender, aunque la orquesta sea de Noruega y el intérprete cante salsa en noruego. La música es y será un idioma universal.

Estaba esperando esa invitación desde hace muchos días o meses, para ser sincero. Sonó el teléfono y Gilberto Montalvo Jiménez me dijo: “lo espero después de las 4 p.m.” Muy cumplido, llegue después de las cuatro y media. Casi no pasa el bus. Más de 20 minutos de paciente espera. Luego, tomé un taxi hasta su casa.

Al estar casi a tres casas de mi amigo, escuché a alguien interpretando el saxofón. Inmediatamente, pensé en mi hijo y sus compañeros, quienes requieren un saxofonista. Pudo más la pena y preferí seguir de largo. Claro que ya sé dónde es y espero que ese joven quiera adherirse al nuevo grupo de mi hijo.

Finalmente, un saludo, un gran recibimiento y paso a un genial estudio. Música en discos compactos, música en vídeos y más música por donde observara.

Lo primero que se le ocurrió a Gilberto fue decirme: “Espere lo que va a escuchar”. Preciso, una gran sorpresa: Hovedøen Social Club. Extasiado, pues no los había escuchado jamás. Todo un concierto y el complemento, un whiskey con sus arandelas para degustar esos maravillosos sonidos.

Se fue poco más de una hora como en 15 minutos. Y luego, las sorpresas no pararían. Música de Cuba, un José José que desconocía con  una historia muy especial, otros intérpretes con canciones sacadas de una lámpara maravillosa.

El tiempo pasó inexorablemente. Se fue la tarde y alcanzó la noche. Whiskey combinado con música para extasiar.

Son las invitaciones que alegran el alma y hacen que los momentos al lado de un amigo sean agradables y para compartir lo que se siente por la música.

Lo importante no fue el whiskey, ni las arandelas, sino la compañía, la amistad, la charla amena y el sábado diferente. Sí, fue una tarde especial, pues hasta el sol acompañó esta reunión al calor de la música, un whiskey, nos sentamos a digerir las cosas sencillas de la vida.

Regresé, creyendo que la amistad nace, renace y se sostiene con la religión del amor. A Gilberto, mil gracias porque pudimos saber quiénes somos, conocernos, compartir el gusto por la música, un delicioso trago, sus arandelas y también la charla sin hablar de nadie.

Gracias por esta maravillosa tarde. Fue genial disfrutar las cosas sencillas de la vida.  Por eso, me sigo dejando invitar por mis amigos, así sea, al calor de un café….

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