Por: Libardo Gatrcía Gallego   (libardogarciagallegogmail.com)

Repasando definiciones de humanismo se encuentran estas ideas: Humanismo es la exaltación de las cualidades propias de la naturaleza humana, con la pretensión de descubrir al hombre y darle un sentido racional a la vida;  consiste en valorar al ser humano y la condición humana, caracterizándose por la  generosidad,  el secularismo, la compasión y la preocupación por valorar los atributos y las relaciones humanas.

En Wikipedia se lee: “El humanismo es una actitud filosófica y ética que hace hincapié en el valor y la inteligencia de los seres humanos, individual y colectivamente, y que por lo general prefiere el pensamiento crítico y las pruebas (racionalismo, empirismo) sobre la doctrina establecida o la fe (fideísmo)… Hoy el “humanismo” normalmente se refiere a una filosofía de la vida no teísta, centrada en la inteligencia humana que mira a la ciencia en vez del dogma religioso con el fin de entender el mundo.”

Las personas, según la formación y las actuaciones, se ubican en el humanismo, en el antihumanismo o en el grupo de los indefinidos o medias tintas. Cuando observamos y escuchamos a los personajes notables de la vida pública (por ej.: los líderes del Partido Comunista y del Centro Democrático) fácilmente los podemos matricular en el humanismo, en el antihumanismo o en el de los ni chicha ni limonada. Un enemigo de la paz no puede llamarse humanista, como tampoco un fundamentalista religioso. El Papa, a pesar de ser líder religioso, en muchos discursos antepone el humanismo a su teísmo. Hitler, los Sionistas, los militantes del Estado Islámico son claros ejemplos de antihumanismo. Obama predica el humanismo y practica el antihumanismo. El comunismo es humanismo por definición.

La burguesía es antihumana, lo mismo que su sistema capitalista, el cual estimula a unos pocos, a los más fieras o astutos, para que acaparen la mayor parte de las riquezas, tal como lo confirman anualmente las estadísticas. Trampas, robos, dolos, chanchullos, asesinatos, violación de las leyes, destrucción de la naturaleza, todo es permitido para el antihumano con tal de obtener la mayor cantidad de cosas para sí. Le importa el tener no el ser. Su felicidad se basa en la posesión de hartas cosas materiales. Siente amor por sí mismo o por su reducido círculo familiar, se aguanta y halaga a quienes sumisos le ayudan a acumular; los demás huelen a fétido, se ven horribles y por ello son despreciados o, a lo sumo, tolerados mientras no protesten, y si lo hacen mejor eliminarlos. Para él, todo lo que posee se lo debe a su dios y a su trabajo, nunca al trabajo de los demás.

Los antihumanos repiten a los cuatro vientos que los pobres lo son por su  pereza, su falta de iniciativas, su indisposición a trabajar a cambio de cualquier esquirla, en sus pretensiones excesivas de querer vivir como multimillonarios sin tener con qué.

Lo aconsejable es que actuemos en consonancia con lo que se pensamos, así nos lo enseña José Mujica con su vida ejemplar. Lo grave es que, aunque muy pocos, los antihumanos nos gobiernan y nos ordenan en qué debemos creer, cómo debemos pensar y actuar, sin permitirle a los inconformes, a los críticos, expresar sus opiniones o difundir otras  cosmovisiones.

Para poder construir una sociedad donde predomine el humanismo, en armonía con la naturaleza y el medio ambiente, tenemos que volvernos antihumanos por algún tiempo.

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