Por: Cristian Marín Zuluaga

No solo el departamento en los últimos años ha registrado el mayor índice de desempleo, no solo nuestro amado terruño se ha transformado en una de las ciudades de mayor conflicto con el consumo de sustancias alucinógenas, ahora también sujetamos el rótulo del peor equipo de fútbol de la liga Postobón, y creo y estoy seguro, que dicha etiqueta por encima de las demás, en realidad es la que nos produce mayor vergüenza e impotencia.

En días pasados Gustavo Ossa un joven periodista de la ciudad escribió en su muro de Facebook una ilustración de lo padecido con nuestro embajador, refiriéndose al cambio de mando, dijo Ossa “El problema del Deportes Quindío no es solo de DT. Que Arturo Boyacá salga, probablemente por otro, es como tomar Dolex Niños para una enfermedad terminal” puntualizó el joven comunicador social de la región.

Traigo esta acotación porque, es clara la enfermedad detectada en el cuadro cafetero, el pronóstico es desalentador y los procedimientos de recuperación no han sido aplicados de la manera correcta.

Los hechos de la semana evidenciaron la prolongada agonía en la que se encuentra inmerso el milagroso, la goleada ante el Deportivo Cali (infame) y ante el Atlético Junior (desastrosa), además de la salida de Arturo Boyacá (complot), fueron el punto de partida para dictaminar la metástasis reventada al interior de la plantilla.

El problema no era Boyacá, al contrario, el ex entrenador del Quindío contaba con una frondosa hoja de vida, con títulos y capacitaciones no solo en el país, si no fuera de él, pero sorprendentemente la epidemia prosiguió, tal como lo vivió en su momento Eduardo “el abuelo” Cruz, Fernando Castro y el propio Néstor Otero, hoy conductor de Seguros la Equidad.

Rodó la cabeza de un buen tipo gracias a los caprichos despreciables de los jóvenes jugadores de la actual plantilla, elementos que solo piensan en conductas personales, no colectivas, “hombres” con la mayoría de edad que aún creen dentro de su boyante imaginación, que están jugando el torneo municipal o departamental del Valle del Cauca con el Boca Juniors de Cali.

Sin embargo, carga con un poco de buena suerte la mediocre campaña del Quindío, el Cúcuta declaró la guerra para combatir por el grado del más malo del 2013, entre cafeteros y motilones están jugando a cual pierde con mayor dignidad, por lo menos el elenco de la frontera no ha caído goleado desde la llegada de Julio González, sí pierden y esto favorece a los cuyabros, pero futbolísticamente los rojinegros están medio escalón por arriba. El otro que intenta ingresar a la conversación para no ser un dúo si no un trió es el Atlético Huila. Oiga, hasta de buenas el equipito de la tierra.

Sin rumbo, sin entrenador en propiedad, con dos o tres jugadores serios, sin dolientes en lo administrativo, goleadas en las dos últimas jornadas, ese es el panorama del cafetero, un equipo sin sentido, sin compromiso y lo peor, jugadores que ya no copian al discurso que pueda desparramar el señor que opte por llegar a ese temido banquillo “dizque”  de autoridad y respeto, eso con los niños del Valle no funciona.

Cesar Torres asumió las riendas del golpeado onceno de manera interina, el “patrón” llamó y dio esa orden, con tan mala fortuna al regresar de Barranquilla al interior del país con una derrota y goleada como encima, para acumular en su rinconera la chapa del más humillado del año. Otra lista donde se va punteando en el departamento y en Armenia.

Dicen que Cesar Torres conoce la plantilla, y cuenta con la capacidad de comprender a los consentidos jugadores del Quindío, ¿será? Lo del metropolitano fue un papelón, alineando a elementos como Sebastián Viáfara, foco  de extrema indisciplina, premiando a un tipo por su  insoportable decidía.  A  eso le llaman conocer bien al equipo, yo diría que es falta de seguridad y autoridad.

No conozco al señor Torres, pero entiendo y respeto las directrices suministradas desde Cali, es un joven entrenador en formación que seguro en un par de años estará en la élite  eso sí, si no permite que en sus manos, el Quindío sea desacreditado como institución de primera división.

La metástasis se esparce y solo quedan 7 quimioterapias para por  lo menos evitar ir al hueco de manera directa. El problema no son los 21 puntos en disputa, el problema es no contar con el especialista para llevar a buen término el procedimiento.

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