gilbertomontalvo copyPor: Gilberto Montalvo J.

Como todas las partidas definitivas me sorprendió la noticia de la muerte de Libia. La sentía más vital que nunca. Un sobrino amigo en lacónico mensaje anoche me notificaba el final físico de mi amiga.

No sentí dolor alguno por la concepción que tengo de la vida y la convicción de que el zarpazo llega tarde que temprano y más aun por el conocimiento de una persona subyugante. Su tesón sin perder el viraje necesario en momentos de angustia fue su característica principal. Nunca se arredró frente a las calamidades y jamás pidió nada,  por el contrario mucho dio.

Libia se convirtió en paradigma del periodismo asaltado por los mercachifles y los valetudinarios. Su periódico Tigreros estuvo casi sesenta años en el cotidiano acontecer de la región entregando con devoción de franciscana conversa los hechos que enmarcaban a El Edén.

Rápido con tranquilidad se fue a lo ignoto y pagano. Qué más puede ser pagano que la misma muerte.

Libia Zuleta fue una mística de la cultura y cuando su marido Rafael Cárdenas paseaba su voz de trueno en la Opera de Colombia lo acompañaba sumisa no ante el varón de sus ensueños sino por su pasión irremontable a las operas, zarzuelas y operetas. Quiso a la música como a sí misma. Se deleitaba con un buen bolero, recalaba en una sinfonía y podía escanciar un vinillo con Olimpo Cárdenas. No fue ajena a los ajetreos de la cultura y siempre lo hizo ad-Hoc.

Hace unos meses me convocó acuciosa, como siempre, para que le acompañara en la presentación del libro póstumo de Carmelina Soto. Atendí su llamado que se convertía en un somatén que no admitía excusas. Fue generosa al permitir que expusiera rasgos de la poetisa de América. Nos unió con Carmelina una amistad  tripartita. No era fácil entender a la extraña poeta de El tiempo Inmóvil pero con Libia lo logramos.

Cuando el Dios, el de arriba, el que había adoptado como manera de vida en sus últimos años, le movió  no solo el alma sino que le arrebató sus pocos haberes cuando mandó un sacudón de mierda el 25 de enero del  1999 no se  amilanó. Siguió enhiesta y levantó la moral y las paredes.

Como toda apasionada por las indagaciones etéreas de la cultura fue negada para los negocios donde trataba de ingresar y la sacaban a sombrerazos quitándole su escasa fortuna de pírricos denarios. Tranquila y serena intentaba de nuevo y las arcas se estremecían vacías del vil metal.

Nada le hizo falta. Todo lo tuvo. Paz en el alma, su mejor patrimonio.

Disfrutaba con emoción en su taciturna madurez de su nieta hermosa parida por su  Magda Milena del alma, su hija entrañable, amiga confidente y compinche de todas las horas.

Hoy Libia Zuleta no pertenece a nadie. Hace parte de la historia de la región donde sus ancestros fueron simientes desde la fundación. Como periodista fue directora también del Diario del Quindío y ocasionalmente incursionó en la radio de la localía y aunque no perteneció a esa cofradía elata de los perfumados comunicadores de encumbrada alcurnia sí fue por su formación mucho más que los vociferantes y alzafuelles.

Temprano en su madurez vital se hizo abogada en medio de una muchachada ansiosa de los códigos y las leyes. Refrendó con rúbrica su tesón. Nada le faltó al final, dejó amigos y muchos que la queríamos. No le deseo paz en su tumba porque la tuvo en su magnánima vida. Adiós amiga del alma. No estoy de luto me encuentro feliz de haberte tenido dentro de mi corazón.

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Por EL EJE