Roberto Carlos Astorquiza Aguirre
Desde la Grecia antigua y salvo excepciones, las comunidades humanas han convivido en su organización con los términos política y democracia. Sin embargo, el desarrollo de estos conceptos no ha sido pacifico, ni lineal. En la actualidad son más las diferencias que existen en sus contenidos sustanciales, y nos tranquilizamos al conocer y militar en algunas consignas que pretenden identificarlos. polis, demos: “pueblo” y krátos “poder”; es decir, en democracia y desde la política, se ejerce el poder del pueblo.
Aunque estas acepciones no son del todo malas, a la luz de mejores estudios y ante la evidencia, hoy debemos incorporar para su mejor comprensión y praxis componentes que se habían dejado atrás, como los siguientes: comunidad, libertad, participación, equidad, ciudadanías, poder.
Colombia un país que cumplió 212 de vida republicana está estrenando un gobierno de estirpe popular. No había ocurrido antes, las violencias, antagónicas de la política y la democracia, nos habían privado que se cumpliera el principio de alternancia en el ejercicio del poder. 212 años, principalmente de una visión hegemónica, conservadora, excluyente, no permitieron el desarrollo de la democracia. Un país con los más altos niveles de corrupción, desempleo, exclusión, analfabetismo, hambre, pobreza, asesinatos, destrucción de ecosistemas estratégicos, cooptación de los espacios públicos por las economías ilegales, es un país con un alto déficit democrático. El triunfo de Gustavo Petro fue una respuesta, un llamado de emergencia, un SOS de la sociedad que necesitaba caminar hacia un constructo democrático.
La democracia pues, siempre será un proceso en construcción, como método que es, debe ser fortalecido y resignificado siempre, pasar de la emergencia coyuntural, a un verdadero sistema democrático es el desafío de la hora, que garantice la incorporación de los elementos como los atrás mencionados.
Para empezar, diré que no puede haber democracia sin el sujeto de la democracia. Lo primero que se debe fortalecer es el sujeto de la democracia, el o los ciudadano (s), las nuevas ciudadanías en ejercicio del poder, trascender el concepto de masa, de movimiento, de coyuntura, por uno donde ese pueblo organizado, en la suma de voluntades libres, conscientes, y autónomas, constituyan una comunidad pensante, sintiente y consciente, blindado a la manipulación y al atraso. Ciudadanos que como en la antigua polis amen la distinción, pero esta vez, sin amos ni esclavos.
Este desafío es amplio y llega al territorio quindiano, un departamento afectado en lo público por expresiones de desidia, mediocridad, incompetencias, violencias y corrupción. Todo lo construido desde la convicción de los fundadores y la vocación cafetera hoy está en doble riesgo: Quienes han generado los conflictos no se persuaden de su derrota e insisten en mantenerse o volver al poder local, y algunos seudoprogresistas están obnubilados con el poder que se asoma, pero para levantar desde una posición excluyente, feudos y nuevas capillas. Todos ellos sin empacho para cubrirse con las banderas del cambio.
La oportunidad para construir democracia en estas condiciones, no se presenta todos los días. Si en Colombia, si en el Quindío no se aprovecha este momento para resignicar la acción política, los espacios públicos, las transformaciones que se requieren no llegarán. Hoy son las ciudadanías libres, consientes y organizadas las que podrán hacer efectivo el cambio, para ello se debe suplir la falta de liderazgo político, se requieren nuevas narrativas, nuevas propuestas de gobernanza, y nuevas relaciones con el territorio. El liderazgo circular en condiciones de coordinación, horizontal, donde todos y todas se apropian de lo que les pertenece, el espacio público. Utilizar esta vez el poder político para decidir sobre la tierra que se pisa.
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