Por Eduardo Aristizábal P.
La palabra disciplina significa formar o enseñar. El diccionario de la Enciclopedia Encarta (2006) la define como, doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral y plantea otras definiciones, las cuales coinciden o están relacionadas con el mantenimiento u observación de las reglas o normas.
Conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo
Disciplina es instrucción que moldea forma, corrige e inspira el comportamiento apropiado.
Capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un bien. Exige un orden y unos lineamientos para poder lograr más rápidamente los objetivos deseados, soportando las molestias que esto ocasiona.
Una de las funciones de la disciplina es crear una forma de trabajo en la cual las tareas o actividades planificadas para el aula pueden ser realizadas de manera más eficiente.
La buena disciplina es importante porque ningún grupo de gente puede trabajar en conjunto, exitosamente, sin establecer normas o reglas de conducta, respeto mutuo y un sistema conveniente de valores que oriente a cada persona del grupo a desarrollar autocontrol y autodirección. (Yelon y Weintein, 1988)
Independiente de cada una de tantas y distintas definiciones que hay de disciplina, algunas inclusive incluyen el tema moral, no es difícil concluir que hay 2 palabras, reina que son indiscutibles: orden y comportamiento, que se acompañan de norma o regla y a estas, nos queremos referir hoy.
El mundo moderno, a pesar de los progresos vertiginosas en diferentes líneas, cada vez se torna más indisciplinado. Empezando porque, a pesar de existir normas o reglas que, aunque sean incoercibles, se respetaban en épocas pretéritas, ahora muchas de ellas, ni se conocen.
El comportamiento de las personas es de una tendencia más egoísta que social. Muchos inclusive llegan a pensar y así actúan, que el fin justifica los medios y lo más grave es que como no se respetan las reglas, no se respeta a las personas. Ah… y que tal el mal ejemplo.
Empecemos por el colegio. Los profesores ya tienen que callar en muchas ocasiones ante la arrogancia de pequeños educandos, por temor a una presunta violación de sus derechos.
Y que decir de la educación superior en donde algunos estudiantes a veces se enfrentan a los catedráticos, muchas veces denunciándolos infundadamente, simplemente con el deseo de presionarlos.
No podemos dejar a un lado la vida familiar, incluyendo los condominios, sitios de vivienda ya comunes en donde los vecinos se enfrascan en verdaderas guerras, empezando por un simple mal entendido.
La lista seria larga y estoy seguro que los amables lectores son testigos de primera línea de casos patéticos de la vida real, que tiene que soportar permanentemente.
Lo mas preocupante de todo esto es que se habla solamente de la palabra, tolerancia y nos quedamos ahí. No conocemos campañas serias, reales, permanentes y efectivas, que inviten a los colombianos a recapacitar, a entender que, así como hay leyes, también hay normas sociales que buscan el bien común sobre el particular, la armonía, el buen entendimiento de las personas y se deben respetar.
Hacen mucha falta esas campañas, porque es una manera de suavizar el tenso ambiente que se siente en muchos escenarios y especialmente revisar los programas que hay en los colegios relacionados con estos temas, pero que parece no son efectivas.
Por la disciplina empieza la tranquilidad y la paz, la paz total, que tanto anhelamos.
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