Es la pregunta a formular como consecuencia de una ausencia de cultura política, con personajes con cuestionamientos éticos, con antecedentes penales, disciplinarios y fiscales, con métodos de trabajo que rayan con el ordenamiento penal, haciendo del soborno, el cohecho, la coacción, el prevaricato, el concierto para delinquir una forma de vivir, con investigaciones penales sin resultado alguno, donde la dilación procesal, el vencimientos de los términos judiciales, se han constituido como en una simulada fuente de derecho, con algo más preocupante, a la espera de los avales para participar en la contienda electoral de octubre o detrás de bastidores direccionando a sus arrendatarios políticos.

De suma importancia para la suerte futura de los entes territoriales no seguir incurriendo en las malas escogencias de sus voceros, no dejándose llevar por la diatribas y expresiones coloquiales que “soy el mejor“, “pongo a disposición mi transparente hoja de vida“, “unidos venceremos”, atiborrando de propaganda las calles, postes y espacios públicos de las ciudades, con una impresionante contaminación visual y ambiental, donde los programas de beneficio colectivo brillan por su ausencia, siendo reemplazados por el populismo electoral, como por falsas promesas que solo buscan obtener el favor popular.

No es secreto alguno, cómo el ciudadano del común a quién el estado debe darle la protección legal y constitucional, ve a diario afectado su desplazamiento laboral, se abusa de la niñez, se alude al paseo de la muerte, los secuestros selectivos, las balaceras en las comunas y barrios de los grandes centros urbanos, atracos a mano armada, la extorsión a pequeños comerciantes, sin que se plantee que políticas defenderán y tratarán de sacar adelante para mitigar estos fenómenos sociales, que tienen su origen en una sociedad agobiada por sus débiles economías, el desempleo, la drogadicción y otros factores que sirven de foco para la delincuencia organizada.

Ahora bien, imposible desconocer que vivimos en un país político, donde la política programática ha caído en desuso y los gestores electorales tratan de mostrar e imponer su poder regional para reclamar ante el gobierno central la cuota de poder burocrático al que creen tener derecho.

Como conclusión de lo anterior, un llamado a los gobiernos y a los partidos entiendan de la imperiosa necesidad de trabajar en el concepto de cultura política, por cuanto nuestra flaqueza esencial radica en una instrucción cívica decadente y una falta absoluta de educación nacional, así como el desconocimiento de la historia del país, materia suprimida erróneamente desde hace varios años en los centros educativos, y sin ninguna intención de restablecerla por los gobernantes de turno. ¿A qué le temen?

Adenda: A propósito de la avalancha de reformas en que está empeñado el gobierno central, con relativa discusión parlamentaria a pesar de la importancia de las mismas para la sociedad colombiana, será el transcurso de los próximos meses el que calificará si los cambios introducidos al sistema de salud, a las pensiones, a la parte laboral, fueron positivos y corresponden a unas reformas estructurales, más nó coyunturales, siendo la primera, el conjunto de medidas que modifican la estructura de lo analizado, las segundas, son perecederas, efímeras, que generan aparentemente un cambio, pero en el fondo no traen solución alguna, agravando lo que se pretendía reformar.

Los logros en estas materias no se consiguen a toda carrera y para alcanzarlos hay que tener paciencia, con estudios técnicos, con mucha profesionalidad, sopesando los argumentos a favor y los en contra, para evitar que sea “peor el remedio, que la enfermedad”, recurriendo a esa expresión popular.

Adenda dos: A propósito de la reforma a las pensiones, recordarle al ejecutivo, como al legislativo, el concepto de lo que se debe entender por derecho adquirido, que es “aquel que ha entrado al patrimonioí de una persona por cumplirse los presupuestos previstos en una ley”.

*Ex magistrado

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