Ahora, a mi edad, me siento feliz. Valió la pena haber vivido mi época de juventud. Momentos maravillosos en una estación de primavera genial. Porque la juventud es eso. La época de la primavera.
Hoy, en el otoño de la vida y en la sala de despegue, siento como si estuviera en un verano espectacular. No importa que haya invierno, porque la primavera, el verano y el otoño han sido increíbles…
Asistí a la velación del sacerdote Oscar Osorio Ospina. Había muchas personas. Encontré a alguien muy compungido y le pregunté: ¿Es familiar de Oscar? Su respuesta fue inmediata: “Primo segundo”
En una ocasión, estábamos grabando el programa “Al calor de un café” para televisión y Robinson Castañeda, quien lo dirigía, le preguntó al invitado: “¿Cuál es su relación con la niña que vive fuera del país?”. El invitado contestó: “somos primos segundos”. Inmediatamente el director del espacio, muy serio y muy majo, le dijo: “ahh, primos de velorio”. Yo lo miré con curiosidad, pero la frase me quedó. Nunca había escuchado esa expresión.
“Primo segundo”, respuesta que dieron en dos ocasiones. O sea, hasta los primos segundos aparecen en ciertos momentos.
Le dije: “gracias. Eso es muy cierto”. Ya me ha pasado en muchas ocasiones. Muere un familiar y aparecen tíos, primos y demás familiares que viven en y fuera de la ciudad. Llegan de diferentes lugares en avión, bus, vehículo propio, taxi. En fin, llegan como salidos de la nada.
Todos compungidos y llenos de dolor, se abrazan, conversan, recuerdan momentos, así sean pocos.
Y el velorio empieza. Se agita el café, el volumen de las charlas va en aumento, hay risas sonoras, empiezan los recuerdos de quienes acaban de llegar.
Una de las tías, quien siempre lleva la voz cantante cada que muere alguien de la familia, empieza a rezar el rosario y a repetir frases en latín que ni ella comprende. Todos comienzan a responder y algunos, quienes no pueden contener las lágrimas, se retiran a tomar café para despejar un poco la mente. Además, quieren conversar con los otros familiares y allegados.
Otros se alejan para recordar anécdotas e historias que nunca habían compartido con los demás.
¿No conoces a tu primo? ¡No puede ser! Cuando pequeños jugaban y nos la pasábamos en la finca, en la casa, en el parque. Se mencionan sinnúmero de lugares y los primos ni recuerdan. Es que eran muy pequeños. Y de los tíos, ni hablar.
Los tíos por parte de madre o de padre, según sea el difunto, empiezan la charla recordando las casas viejas donde vivieron con sus amadas esposas y las pilatunas que cada sobrino hacía.
Los primos de velorio se encuentran por casualidad y por causalidad. Los primos de velorio están ahí cada que muere un familiar. Allí están, después de años sin verse y sin llamarse primos. Ahí, en ese sitio, en esa sala de velación hablan de preparar un encuentro de primos en la casa de unos de ellos para conocerse mejor.
Hablan, toman café, se abrazan, ríen a mandíbula batiente y aunque no recuerdan mucho de su niñez o juventud, llega otro familiar de quien poco conocen y les menciona ciudades, pueblos, fincas y diversos sitios de encuentro en épocas pasadas. Y siguen riéndose
Porque los primos de velorio se ven únicamente en cualquier velatorio. Y aunque se prometen y comprometen, no vuelven a verse, a encontrarse sino en el próximo velorio de otro familiar.
Porque pasa el entierro del querido familiar y todos se desvanecen y regresan a sus sitios. Olvidaron darse los números, correos e incluso, al familiar difunto.
¡Tiempo sin verte! Sí, desde el último velorio….
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