Por considerarlo de gran importancia dada las connotaciones que representa el escritor, periodista y exgobernador del Valle Gustavo Álvarez Gardeazábal y su indeclinable propósito de tener su última morada en el Cementerio Libre de Circasia, transcribimos el siguiente texto preparado por Manuel Gómez Sabogal que introduce un escrito de Gilberto Montalvo Jiménez y apartes de la columna de Juan Paz del diario el Mundo de Medellín, que hace alusión a la última visita de Gardeazábal al Quindío para cancelar la adquisición del lote donde reposarán sus restos el día que parta con destino al otro mundo.

La tumba de Gardeazábal

Gilberto Montalvo Jiménez

Gardeazábal… como Pedro por su casa

El irreverente escritor tulueño Gardeazábal, hoy justipreciado periodista en “La Luciérnaga” de Caracol estuvo en el Quindío en recorrido que comprendió una visita al municipio de Circasia donde revisó y pagó hasta el último centavo que debía de la tumba que adquirió en el Cementerio Libre.

Gardeazábal estuvo regodeando con los administradores del famoso campo-radical porque en el contrato inicial se le había prometido una fosa donde se le enterrara de pie. Dadas las remodelaciones que ordenó en vida, Braulio Londoño, según John Jaramillo, su biógrafo, nadie podrá en adelante ser sepultado de esa manera.

Gardeazábal, en un gesto inusual llamó a Manuel Gómez Sabogal, el eterno diletante universitario, para confiarle que había pagado su tumba en Circasia pero con la aflicción de que lo tengan que sepultar como a todos los mortales, en posición horizontal. Testamento tempranero.

“Juan paz, El Mundo, Medellín”

*Una visita extraña*

¿Qué estaba haciendo Gustavo Alvarez Gardeazábal el fin de semana pasado, en el Cementerio Libre de Circasia? La pregunta viene al caso, porque éste no sólo es el cementerio más hermoso de Colombia, ubicado a 10 kms de Armenia, sino porque se trata del campo santo de los libre pensadores, fundado en la década de los años 20 por el mecenas librepensador Braulio Botero Londoño, quien fue secretario de gobierno de Caldas por allá en 1930.

*Más detalles*

Como datos curiosos, en el Cementerio Libre de Circasia sepultan a los muertos parados. Y allí sólo hay dos textos escritos sobre las tumbas. Uno, el himno que el escritor antioqueño Antonio José “Ñito” Restrepo le compuso a la muerte. Y el otro, un párrafo del discurso que Gardeazábal pronunció el día de las exequias de Braulio Botero Londoño, su amigo, quien falleció en 1993.

*¿Sus últimos días?*

Pues para que se queden fríos, Gardeazábal fue el sábado al Cementerio Libre de Circasia a escoger su tumba. Le comentó a un amigo de Juan Paz que sus “maluquerías no mejoran para nada”. Su última morada quedará por el patio a mano derecha. El escultor Jorge Vélez Correa, discípulo del maestro Rodrigo Arenas Betancur, quedó encargado de hacerle la escultura. Seguramente será un busto de Gardeazábal con las alas del famoso cóndor, personaje de su libro. El responsable de sus exequias será Manuel Gómez Sabogal, una persona muy importante de Armenia, quien lo acompañó en esta curiosa, simpática y a la vez extraña gestión. ¿Qué tal?”

Lo que dice Manuel Gómez Sabogal

Si no lo conociera, diría que estoy loco y que lo sucedido el sábado 3 de marzo no fue verdad. Que lo escrito por Gilberto Montalvo en La Crónica no sucedió o que lo que se publicó en El Mundo de Medellín no fue cierto. Sin embargo, el chisme voló muy rápido.

Y yo que estaba tan tranquilo, pensando que la vida no me volvería a poner de padrino de nadie, pues mis tres pobres ahijados no hacen sino decirme: “bendición padrino” y nada pasa. Si mis tres ahijados ya crecieron y no me conocieron el padrinazgo, si siempre he sido malito para ese cuento, ahora, llega el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal y me nombra su padrino de entierro. ¡Qué tal!

Todo empezó el sábado 3 de marzo, cuando me encontraba pensando en el eclipse de luna y pendiente del mismo, y me dediqué a deambular por la carrera 14, hasta cuando fuesen las seis y diez de la tarde, momento en el cual empezaría el eclipse. Mi sorpresa fue grande cuando recibí una llamada. Era el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien me comunicaba que se encontraba en Circasia separando su tumba en el Cementerio Libre.

Extrañado, le pregunté que por qué tan acelerado si todo mundo lo escuchaba en “La Luciérnaga” de Caracol y además, estaba muy joven. Sin embargo, para completar el cuadro, en la llamada me indicaba que yo era el responsable de que todo saliera bien cuando muriera. Es decir, había dado mis datos parta que me contactaran y lo llevaran a la tumba indicada en el Cementerio Libre de Circasia. Además, que fuese enterrado de pie.

Cosas raras tiene la vida, pensé. Está loco o se contagió con el eclipse, o se había preparado para “El Festival de la Locura” en Sevilla. Nunca pude saber cuál era la razón correcta.

A eso de las cinco y media de la tarde, me encontré con el escritor, me tomé dos cervezas, mientras él acudía a una soda y tres pastillas para sobrevivir. Supe que más tarde tenía otras cinco programadas. Y mientras digería sus pastillas, me contó la historia de su deseo por ser enterrado en el Cementerio Libre de Circasia, cuento que le escucho hace ya varios años.

Me contó que ya había elegido su tumba en Circasia y que todos los pormenores, cuando el falleciera, corrían a mi cargo, menos los gastos, pues esa parte ya estaba solucionada.

Total que todo ya está muy preparado y la tumba de Gardeazábal está lista. Y yo, el responsable de los responsos y todo lo relacionado con los últimos deseos de alguien que en la vida fue irreverente, honesto y sincero con lo que siempre pregonó. Esa tarea la cumpliré (si estoy vivo) y agradezco al escritor su deferencia. Sin embargo, no sé si sentirme orgulloso o triste.

Es más, estoy loco o me estoy soñando esto. Mejor, me sentaré a esperar a que Gustavo Álvarez Gardeazábal publique su nuevo libro con un título casi que sugestivo: “Ite, misa est”.

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Por EL EJE