Luego de un breve receso con motivo de las festividades de fin y comienzo de año, desde este domingo 12 de enero, reiniciamos nuestras labores periodísticas. Fueron 12 días dónde disfrutamos de una pletórica felicidad compartiendo al calor de la familia y de aquellos amigos con quienes renovamos afectos de sinceridad y respeto, disfrutando al máximo esta querida y entrañable tierra quindiana.
Cuando el señor alcalde y dilecto amigo James Padilla García, asumió el rol de mandatario, y tal vez antes de enfrentar el reto, se le recomendó derruir el edificio de la negligencia de nuestras pasadas administraciones. Hablamos del edificio de Bavaria, el monumento que encarna la inoperancia en la ciudad. Ese esperpento se mantiene firme ante la mirada indiferente de las autoridades. Es el gran símbolo que nos dejan empresarios, dicen, extranjeros o locales que hablan de amar la ciudad, pero mantienen un lote abandonado, sucio en plena zona influyente, turística de la ciudad como engorde para sus propias arcas, sin importarles un pepino la buena imagen y estética, con un edificio que simboliza la falta de coherencia en el progreso de Armenia.
Aprovechando los días de receso, me dediqué a recorrer a pie algunas zonas de la ciudad, fundamentalmente donde hemos denunciado desde hace algunos años la forma como han crecido los asentamientos creados por habitantes de calle dedicados al consumo de estupefacientes, la verdad quedé impactado. Comencé por el Centro Administrativo de Armenia, lugar que caminé, inclusive, el pasado sábado, definitivamente es un lugar adecuado por años para la venta y consumo de estupefacientes, la prostitución, los reducidores y habitantes de calle que se tomaron por completo la zona donde mandan las autoridades locales, donde no existe respeto por nada. Tristemente debemos decir que de las 32 capitales de Colombia de las cuales puedo conocer 25, la única ciudad con centro administrativo rodeado por males, lamentablemente es Armenia.
Si eso ocurre en pleno corazón de la ciudad, pues en sus alrededores el tema empeora, de sur a norte encontramos puntos neurálgicos y peligrosos, veamos algunos: los alrededores de la Terminal de Transporte, el Mirador de la Secreta, el peligroso tramo entre la Secreta y la calle 26 junto a La Aldea, por completo el Puente la Cejita de lado a lado, debajo del Puente, los sectores aledaños a La Estación, la llamada cueva del humo, desde la calle 19 hasta sectores de la Chec con carreras 18 y 22 donde existe el mayor volumen de consumidores y habitantes de calle, verdaderas zonas denominadas como calles del cartucho; bajando por las calles 14-13-12 a la carrera 18, el parque Cafetero, calle 10 con cra 17, sectores de las Capuchinas, Buenos Aires, sitios a lo largo de la avenida Ancizar López, a un costado de los bloques de Villa Flor en San José, el Parque San José, detrás de Los Álamos, el coliseo del Café y otros más puntos convertidos en lugares preferidos por delincuentes y consumidores, podemos decir que la lista es larga.
Lo que conocimos como la Plaza de Toros de Armenia se convirtió en otra mole de abandono para la ciudad. Luego de su cierre, el escenario es un monumento a la indolencia. Las tardes gloriosas para los taurinos son cosas del pasado, que luego de 25 años cuando disfrutamos de la última tarde de toros con el July, Pedrito de Portugal y un gran cartel que confeccionó el empresario José Porras y antes cuando el mejor dirigente deportivo del Quindío Gustavo Moreno Jaramillo trajo a nuestra plaza los mejores diestros del mundo y la más encopetada afición a la fiesta brava, quedó en ruinas.
Con mucha razón lectores y oyentes nos han preguntado sobre los sonados cambios que en su momento anunciaron los dos voceros principales que orientan el departamento, Juan Miguel Galvis Bedoya y el municipio, James Padilla García.