Manizales acaba de ganar el premio ONU-Hábitat LATAM, y es considerada como la ciudad con mejor calidad de vida, e ideal para vivir en Latinoamérica. El premio reconoce, entre otras cosas, las políticas de movilidad sostenible, recuperación de espacio público, gestión ambiental y proyectos de infraestructura social, además de la cultura ciudadana y el desarrollo económico. Es un premio muy importante del que tenemos que sentirnos orgullosos, pues la evaluación se hace entre más de quince mil ciudades y con criterios de gran rigurosidad.

Volvemos pues a demostrar que somos el mayor desafío de una raza y que, por más duras que sean las adversidades, los manizaleños respondemos y la ciudad se sobrepone. Emerger de la debacle; renacer de las ruinas; superar poco a poco el desastre que nos dejaron; armonizar nuevamente las fuerzas de lucha por el civismo, la responsabilidad, el progreso y el desarrollo está dando sus frutos. ¡No nos vencieron, ni nos vencerán!

Y aunque algunas fuerzas insisten en destruir lo que ahora sí se está construyendo, y en impedir el desarrollo de las grandes obras, podemos estar seguros de que saldrán derrotadas. Porque las evidencias son elocuentes, las obras son palpables, los proyectos son realizables, y los gremios, la mayoría de las fuerzas políticas y los ciudadanos sensatos y cívicos estamos más unidos que nunca. ¡Y cómo no estarlo! si, por fin, el presupuesto se refleja en obras y los propósitos públicos en hechos concretos. ¡Sí, concretos! En todas las acepciones: tanto por ser precisos, determinados y sin vaguedad, como por su componente en la construcción de obras civiles (¡cemento!).

¡Y claro que hay que talar, trasplantar y compensar algunas especies vegetales! Pero es lo natural. ¿O acaso los ecologistas de oportunidad creen que las grandes y pequeñas urbes fueron construidas en terrenos natural y geográficamente dispuestos para ellas? ¡No! La supervivencia del ser humano implica la transformación de la naturaleza y el desplazamiento de múltiples individuos de flora y fauna; y en la medida en que crece la población, se expande el desplazamiento. ¡Es lógico! Y no es culpa de un alcalde, como lo quieren hacer creer. Ese fundamentalismo ecológico que se usa como pretexto para bloquear las obras y construir campañas politiqueras, está mandado a recoger. Manizales lo padeció hace muy poco, y no volverá a caer en la trampa. Los mecanismos de conservación del ecosistema están contemplados en la ley y son los únicos que hay que atender.

¿Qué tal que una administración tuviera que contar con la unanimidad de los habitantes para hacer obras, ampliar vías, construir puentes, viviendas, escuelas u hospitales? Quedaríamos estancados. Y en cuanto a las prioridades de las obras, siempre habrá ejecuciones primeras en el tiempo, pero eso no significa el abandono ni la omisión de las demás. ¡Es cuestión de planeación y paciencia!

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Mientras la oposición se desgasta en movimientos politiqueros, la ciudad obtiene reconocimientos de talla mundial. ¡Es mucha la diferencia entre Liberland y Hábitat LATAM!

¡Que viva Manizales, carajo!

Por EL EJE