Papel protagónico desempeñan los medios de comunicación en la tortuosa misión de llevar al cadalso popular a la cada vez más floreciente industria criminal del asalto al erario público, señalando sin titubeos las cabezas de esa soldadesca de bribones que campean a la sombra de los gobiernos corruptos en la exótica gama de punibles, en el robusto follaje de la tupida fronda burocrática que cada mandatario trae aparejada, amparados en la sórdida complicidad de los demás poderes públicos que envilecen en proporciones geométricas los dictámenes de una vociferante democratización del pillaje y la inmoralidad.
Los recientes acontecimientos que involucran al presidente y algunos miembros de la Corte Constitucional, son apenas un rasero que se ha tomado como medida esencial en el privilegiado sector público, en la más aberrante demostración de impudicia socorrida por áulicos que los colombianos llevamos a las Corporaciones y cargos de elección popular.
Desde los albores del proceso 8000, hasta esta semana de pasión, los guarismos rebasaron la tolerancia y en una seguidilla de escandalosos episodios que sacudieron hasta sus cimientos las estructuras de esta imperfecta democracia, en sus diferentes expresiones territoriales, un país inerme, desconfiado e iracundo, solo halló una tabla en el naufragio: la valerosa denuncia de importantes medios de comunicación y desde luego, los periodistas comprometidos con esta operación salvamento, a trueque de vidas, amenazas constantes y el infaltable éxodo obligado a inhóspitos parajes, bálsamo refrescante para la caterva de aventajados discípulos de Alí Babá, que en la raquítica y desacreditada actitud de la justicia, encuentran el complemento ideal para la más rampante impunidad de toda la historia.
Sin el concurso del periodismo comprometido con la verdad e inmune a las tentaciones áureas de los implicados, el país nacional, el estado llano, estaría tanteando en la obscuridad, sofocado por los efectos, ignorando las causas. El mosaico de patrocinios criminales ha salido a exhibición y a regañadientes, ante tal sumatoria de divulgaciones masivas, se ha intentado aplicar paliativos distractores, sin cerrar jamás la brecha.
En provincias como la nuestra, también existe ese periodismo, reducido a expresiones mínimas, bajo las afectaciones graves de limitantes de todo orden. No es cierto que exista en estos parajes, el periodismo independiente. Mientras el comunicador o el medio carezcan de solvencia económica, la dependencia conceptual será una quimera diluida en el tráfago del mercado persa de conciencias que existe en la misma proporción en que deambulan sin rumbo los impostores y rebuscadores de la coima, algunos tan avezados en esa siniestra experticia que han cosechado fortunas medrando en el patio trasero de los dispensadores de monedas y mendrugos, correspondientes al precio de la mediocridad. Y para el botón de muestra, en el diario regional aparece la columna del faraón de la pantalla, contándole a los lectores que él y sus amigos se deleitan con las danzas de vientre en las ardientes arenas del palacio de los jeques rn rl lejano oriente. Siempre tienen la necesidad humillante de contar estas nimiedades; debería agregar como recaudó el alijo de dólares para semejante distracción. Hasta hace poco, era una gorra tendida a los riquitos del pueblo. Esa es la Gran Verdad personificada.
Por eso, expresiones periodísticas como este precoz diario, generadoras de angustias y afujías a granel, tienen un anclaje imperfecto y solo la indoblegable persistencia de un quijote, logran mantener a flote el escorado buque, mientras que la pauta publicitaria se dispensa generosamente a los enemigos , con el karma inmodificable de anunciadores oficiales ante la ausencia de industria y comercio, siempre en apuros financieros y sin que consideren la divulgación un agregado indispensable.
Por eso, la verdad se convierte en maleable material en manos de estos chacales de la información, quienes llevan falsos mensajes a una comunidad que tiempo ha perdió la fe en la clase política, en los gobiernos y las autoridades, fatigados ante el aplastante peso de la injusticia y el cierre de las esclusas del castigo que se quedó en los códigos como panegíricos momificados, sujetos a eventuales reformas para que la noria no se detenga.
No imploremos seguridad, no exijamos equidad, no busquemos justicia social, porque esta patria boba dividió a seres humanos en estratos; atomizó la calidad de vida de los más pobres, se irguió como una casta de azucenos dueños del poder, con un vasallaje de pregoneros propios en esos pseudo- periodistas fletados, encargados de animar el carnaval con filigranas verbales. Aun así, seguimos asidos, con angustia, a ese dogma que no enseña que en países como el nuestro, la sanción moral la imponen los medios, con las referidas excepciones..
Entre tanto, los ilusos cultores de la personalidad, siguen creyendo que el Quindío es un “pedacito de cielo”, porque lo dijo Uribe, cielo que siempre permanece encapotado…Esa, como las demás metafóricas expresiones del ex presidente, no alcanzan a ocultar la cínica tarea del mal discípulo: hacer control político al actual gobierno, olvidando que en ocho años de desgreño administrativo, se formaron en esa turbulentas aulas, plagadas de mendaces consideraciones, los preferidos del gran Visir del Ubérrimo, que hoy son prófugos de la justicia, condenados unos, juzgados otros, absuelto ninguno.. qué fácil es adentrarse en el cómodo papel de juez, cuando no pasan de ser auténticos verdugos atentos a la claridad hacia afuera y la oscuridad para adentro…por eso, cobra vigencia plena, la máxima atribuida, entre otros, al histórico guerrero británico Churchill : “El pueblo tiene los gobernantes que se merece”.
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