MANUEL GOMEZ SABOGAL

Por: Manuel Gómez Sabogal

En este mundo nos volvimos indiferentes, huraños, aislados. Ya no creemos en nadie. Muchos abandonaron sus creencias. Esas que les inculcaron de niños. Dios no existe y ahí empieza todo.

Los vecinos no importan, aunque vivan en el mismo condominio y al frente haya dos puertas que comunican con otras personas: vecinos. Y si se pregunta: ¿Quiénes son tus vecinos? La respuesta inmediata es: ¡Ni idea!

Además, los amigos son escasos. La soledad se volvió compañera inseparable. A veces, hay quienes quedan solos, pero rodeados de gente que los invita a tomar un café, a salir, a conversar. Y se sienten más solos.

Quieren compartir con alguien cercano, pero ese alguien los rechaza, a veces, sin razón alguna, o se inventan el “no tengo tiempo”. Ya no se comparte como antes. Muchos prefieren alejarse, distanciarse y las otras personas, cercanas algunas, sienten que algo pasa sin saber por qué. La desesperación empieza a rondar. La depresión llega. Se siente esa soledad entre la multitud, pero a nadie le interesa.

La depresión, cuando empieza a quemar, a emerger como algo fuerte, no se detiene. Y la persona empieza a dar vueltas, a imaginar, a pensar, a buscar una solución a todos esos problemas que eran pequeños, fáciles de resolver, que fueron creciendo, aumentando con los días. No fue posible erradicarlos. Hay quienes van al médico, al sicólogo, al siquiatra, pero ni estos encuentran remedio a tanta desilusión, desesperación, depresión, todo acumulado.

Las penas se reúnen para acabar con esa alma triste, con esa alma en pena que deambula por calles y veredas sin encontrar una respuesta, una solución.

Se quiere evadir, evitar a toda costa cometer alguna locura. Sin embargo, la soledad ayuda, colabora para que la depresión siga aumentando. La soledad rodeada de personas no busca soluciones, sino acumular más dolor interno.

En este mundo donde pululan las malas noticias mañana, tarde y noche hay quienes se tragan esa información, la reciben, la viven y no la vomitan. La dejan ahí con ellos.

Muertos, asesinatos, guerras, robos, atracos, corrupción, politiquería, palabras que se metieron al vocabulario diario y encierran a muchas personas. Y más, si esas personas tienen problemas con ellos mismos o con alguien cercano a sus afectos.

¿Cómo salir de ese laberinto sin encontrarse de frente con la muerte?

Views: 0

Por EL EJE