Por: Libardo García Gallego     (libardogarciagallego@gmail.com)

Así como, en nombre de fundamentalismos religiosos, políticos, ideológicos, culturales, se cometen innumerables delitos, crímenes, masacres; con el pretexto del “urgente” desarrollo económico, sí que se ejecutan. De ellos se beneficia un 5% de la población, en perjuicio del 100%, y todo queda bajo la absoluta impunidad. Veamos algunos:

Convertir un bosque o una montaña en un desierto es por lógica un crimen contra el medio ambiente, contra la naturaleza, contra los suelos, las plantas y los animales, incluyendo los humanos, pues con ello se destruye la fuente vital. Y si se agrega la contaminación con productos venenosos, como el mercurio, serán muchos los animales que morirán por esa causa. La minería a cielo abierto es, por lo tanto, una actividad criminal, por la cual las multinacionales mineras no son castigadas sino exaltadas, elogiadas. En La Guajira se privilegia la extracción de carbón y se menosprecia la vida de seres humanos, ignorados por el Estado y por las empresas que explotan el mineral. Lo mismo ocurre en medio territorio colombiano y en todo lugar donde haya megaminería. Las víctimas no reciben contraprestación alguna.

El papel es un producto necesario, aunque hoy está siendo sustituido por la electrónica, obtenido del bagazo de la caña de azúcar, de pinos y eucaliptos. En la cordillera andina tropical las coníferas se cosechan a los 7 u 8 años mientras en Canadá o en Australia tardan entre 21 y 25 años. Me pregunto: ¿No sería preferible importar papel que permitirle a empresas, como Smurfit Cartón de Colombia, la sustitución de nuestros bosques primarios por coníferas exóticas que secan nuestros suelos debido a su altísima avapotranspiración? O ¿por qué no prohibir la siembra de estas especies en nuestro territorio? Además, ¿por qué no se obliga a los propietarios de las tierras cordilleranas a destinar siquiera la mitad de las mismas a bosques con especies nativas, reduciendo la extensión de los potreros? Las respuestas de los economistas burgueses seguramente serán de tipo monetario, sin importarles para nada el agotamiento del agua, de los suelos, de la flora y la fauna. Estos recursos y sus beneficios nunca han merecido su cuantificación.

Los insecticidas han sido muy útiles, pero con ellos no deben destruirse los insectos benéficos ni las plantas comestibles. Acabo de presenciar el exterminio de un centenar de panales de abejas debido a la fumigación con insecticida de un hongo maligno en una platanera, y nadie dijo “mu”. Monsanto, empresa exitosa en este negocio, se extendió a áreas que nunca debió manipular. ¿Cómo que mediante la transgenética ha logrado monopolizar la producción y comercialización de semillas hasta el punto que las semillas naturales ya no se pueden utilizar, ya no sirven? Es el monopolio de una multinacional sobre la agricultura y la ganadería, el fin de los pequeños campesinos. Más el riesgo que implican los cultivos transgénicos.

Algunos inventos jamás debieron darse: por ejemplo: el motor a gasolina, la bomba atómica, los aerosoles. La destrucción de la capa de ozono provocará  más muertos que todas las guerras anteriores. ¿Por qué no se previeron los daños ambientales? Porque no se había descubierto la capa de ozono. Y si no era posible preverlos en ese entonces, ¿por qué no los suprimimos ahora que ya los conocemos? Siempre las consideraciones económicas antepuestas a la vida. Así piensan estos delincuentes capitalistas: “Ese cuento de conservar el medio ambiente es una estupidez; si se muere la naturaleza viva actual, nuestros cuerpos se adaptarán al desierto que quede”.

Para ellos la única vida valiosa es la suya, los demás valemos mierda.

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