“Esta es una de las pocas casas del barrio que no está decorada para Navidad”, le dijo el niño a su papá. Su papá sonrió. Estaban sentados desayunando. Toda la familia se encontraba reunida.
Inmediatamente, el papá le contestó: “No te preocupes, hijo. Las casas pueden estar muy decoradas, muy lindas por fuera. Son unas casas hermosas y se ve que están preparadas para Navidad. Como los vestidos de novia, los vestidos elegantes, la ropa nueva. Se pone y la persona luce radiante, hermosa, diferente”.
El niño reflexionó y se dio cuenta que su papá tenía razón. Las casas estaban muy lindas decoradas por fuera. Ya en muchas ocasiones habían hablado acerca del tema. Por fuera, muchas personas, por fuera, son unas y por dentro, otras.
Lealtad, honestidad, ética, moral, responsabilidad, palabras que el papá le repetía constantemente, son tergiversadas por muchas personas. Y muchos, como las casas en Navidad, decoran su forma de ser. Aparentan. Parecen. Eso se lo había explicado su papá.
Le había dicho que lo mejor en la vida de una persona es, no solamente la decoración exterior, sino que su interior se refleje en todas sus obras, sus actos, su vida personal. Aparentar es muy fácil, muy sencillo. Es como realizar una actuación teatral. Es ponerse una máscara para aparecer como un gran personaje ante los demás.
Cuántas personas, como las casas en Navidad, están muy decoradas. Aparentan. Cuántos hipócritas, de doble moral, deshonestos, irresponsables, siguen ocultando su verdadera identidad y, aunque sea Navidad, no cambian, porque para ellos, son los demás, quienes deben comportarse diferente. Ellos seguirán así, como muchas casas en Navidad.
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