Pareciera que estuviéramos atravesando por esta etapa, cuando desde el balcón presidencial se acude al apoyo popular a unas reformas que si bien corresponden a unas promesas de campaña, deberán ser abordadas y discutidas en el escenario natural que señala el estado de derecho, como lo es la rama legislativa, sin imposiciones ni coacción institucional alguna.

Flaco servicio se le presta a la débil democracia la utilización del léxico demagógico, populista, que no hace más que polarizar a una sociedad dividida en dos extremos opuestos, donde las voces o posiciones moderadas pierden influencia pasando a un segundo plano.

Como anillo al dedo hago referencia a las opiniones del prestigioso politólogo estadounidense profesor FUKUYAMA, aparecidas en la edición del Tiempo, 5 de febrero, página 2.1 cuando alude al populismo en la América latina, como una grave amenaza que enfrenta el liberalismo, proveniente de la izquierda progresista, “que no acepta posiciones ni creencias distintas a las que plantea, porque supuestamente representa la voluntad popular”.

Y va más allá cuando expresa, “lejos de ser tolerante o incluyente, denuncia a quienes piensan distinto, busca concentrar el poder y muestran rasgos totalitarios“. Ojalá no estemos en el inicio de ese periodo que conduce al decaimiento de la democracia que bien o mal ha servido de sustento de la institucionalidad.

No hay duda que Colombia se ha caracterizado por unas desigualdades sociales, con un conflicto armado que ha generado profundas divisiones en la población, periodos de violencia política, desplazamientos forzados, con unos accesos limitados a la salud, a la justicia, con altos niveles de denegación e impunidad, sin considerar la nula atención a lo que se ha denominado las necesidades básicas insatisfechas en ciertos sectores poblacionales, aspectos estos que originan un descontento dando origen a las marchas o protestas muchas de ellas legítimas, pero que en el fondo no conducen a nada si son manipuladas; de allí que se sostenga que la mejor solución es utilizar los caminos que establece la democracia liberal, el voto libre, que conduzca a la renovación de la clase dirigente.

ADENDA UNO: Sin desconocer que la paz y la corrupción son aspectos de la agenda gubernamental, no es posible dejar de lado la inseguridad y la delincuencia común, los asesinatos de líderes sociales, agentes del orden, el fleteo, el atraco callejero está a la vuelta de la esquina, el hurto a residencias, las actividades clandestinas, hace que la vida cotidiana se dificulte a la espera de una acción perentoria por parte de las autoridades tanto nacionales como distritales, menos recompensas, cámaras de tv y letras de molde, más actividad de los organismos de inteligencia, para eso están diseñados.

ADENDA DOS: Sin rubor alguno se anuncia la entrega de las facturas del impuesto de rodamiento por parte de la administración distrital, convocando a los propietarios a cumplir con esta obligación fiscal, descaro institucional de cobrar lo no debido, por las múltiples restricciones del parque automotor que se le vienen imponiendo para el desplazamiento vehicular.

¿Algún legislador que abandere este justo reclamo? que el impuesto corresponda al uso real del automotor.

*Ex magistrado

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Por EL EJE