Como parte del devenir político, vemos sin extrañeza que ante la encuesta publicada el viernes 29 de septiembre de 2023, donde Luis Roberto Rivas marca una intención de voto del 56 %, mientras Henry Gutiérrez alcanza el 34,3 %, el domingo siguiente la otra campaña publicó la suya (presuntamente falsa, por cierto) donde pretende invertir los resultados. Traduciendo esto a realidades virtuales consolidadas podríamos hablar de una ventaja holgada a favor de Luis Roberto que, en la práctica, no determina nada.
Porque la verdad la diremos el 29 de octubre en las urnas, y entonces será en Manizales donde se definirán las elecciones a gobernación de Caldas, por ser la ciudad con mayor número de electores y porque, después de cuatro años de abandono, corrupción, mafia, descaros, atropellos, constreñimiento, desgobierno y retroceso institucional, está resentida y ávida de erradicar sus males y castigar a sus verdugos, encarnados hoy en Henry Gutiérrez. Y preguntamos entonces:
¿Dejaremos en Manizales que el actual alcalde, Carlos Mario Marín; su primo, Santiago Osorio; y el presidente Gustavo Petro nos impongan el gobernador mediante el constreñimiento, los ríos de dinero, la degeneración electoral y el abuso de poder?
¿Mereceremos que una mafia que se sostuvo en la administración de Manizales mediante procedimientos oscuros, fétidos y denigrantes gane la gobernación a través de un candidato que, como concejal, solo sirvió para ser el megáfono de Carlos Mario y, gracias a sus ponencias, empeñó la ciudad por varias décadas y provocó la dilapidación de presupuestos, proyectos y obras?
¿Premiará Manizales a quienes desbordaron todas las líneas éticas, de pudor, respeto, decencia y decoro? ¿Trasladaremos el desastre del poder municipal al departamental para acabar también con Caldas y sus millonarias empresas?
Y no lo digo por el ser humano que es Henry Gutiérrez, de quien, sin conocerlo, presumo su altruismo y bondad profesional. Sino por el político que hace a un lado sus escrúpulos y se convierte en el candidato de Petro y la mafia Marín-Osorio y, sin reato alguno, los representa y actúa a su nombre. Lo digo por el candidato que ya ni oculta sus vínculos con nuestros destructores y hace alarde de pertenecer a una ralea repudiable y censurable, acolitándoles desde el poder que ha ostentado todas sus aberraciones y desafueros. Es decir, siendo coautor de nuestra debacle y causante de nuestra crisis.
¿O acaso en los tres años y medio como concejal no se dio cuenta de los despropósitos de Carlos Mario y del desgaste de la ciudad?
¿O qué excusa tendrá, si fue ponente de 18 proyectos de acuerdo que le permitieron a Carlos Mario enriquecer sus arcas y provocar el endeudamiento municipal de manera inútil y desbordada; y en lugar de hacer control político (como era su función) sirvió de caja de resonancia y promotor de la improvisación, el desgreño y la corrupción?
¿Cómo podremos entregarle el presupuesto de Caldas a un hombre como Henry Gutiérrez, si cuando tuvo la oportunidad como concejal de controlar los desafueros de nuestro municipio prefirió provocarlos, cohonestarlos, secundarlos y lucrarse de ellos? ¿Cómo preferir a un candidato que desde la junta directiva de Manizales se prestó para arruinarla, sobre Luis Roberto quien, desde sus diferentes desempeños administrativos, ha brillado con luz propia y ha rescatado financiera y administrativamente las entidades encomendadas?
Repito: no desestimo a Henry como persona. Pero lo rechazo como actor de lo público, pues nunca podré olvidar que fue el artífice de lo que hoy lloramos los manizaleños. Es este candidato el responsable de lo que padecemos, y hoy que tenemos en las urnas las armas para desterrar de Caldas a los miserables que destruyeron a su capital no podemos claudicar.
De manera pues que, insisto: está en Manizales la definición de quien será el próximo gobernador de Caldas, y los electores tenemos que saber que el desastre que hoy vivimos no es solo a causa de un pésimo alcalde, como Carlos Mario Marín, sino de quien le sirvió de principal soporte en el concejo: Henry Gutiérrez. ¿Elegiremos a nuestro verdugo? ¡Qué tal! Los manizaleños tenemos la palabra.
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