Por: Manuel Gómez Sabogal

Me enteré, porque Mónica Mejía me llamó. Me invitó, gracias a un gran amigo: Alejandro Herrera Uribe. Si no es por Alejandro y Mónica  me pierdo un maravilloso espectáculo. Ver estudiantes de diferentes colegios arribar al GI School, emocionados, alegres, con instrumentos, vestuarios, pinturas y ganas.

Encontrarme con una niña de grado 11, integrante del equipo organizador del evento, me llenó de mucha alegría. Hablar con ella, conversar sobre esa “locura” de realizar un festival de artes y hallarme con una gran lectora, amante de la cultura, me hizo sentir que sí se puede. Que los jóvenes siguen siendo estrellas en el firmamento que quieren cambiar el mundo con la música, la pintura, el dibujo, la danza, el teatro.

Conocí la programación de dos días y eso me llenó de gran satisfacción. Pero más importante que todo eso, la cantidad de ponencias interesantes por parte de otros jóvenes en un evento coordinado por jóvenes y con la ayuda de una docente que les siguió la corriente. Ponencias de toda índole, cargadas de optimismo en un mundo triste lleno de guerras y odios.

Allí, en el GI School, comprobé que los jóvenes no están equivocados. Que hacen cosas maravillosas, porque les gusta, porque quieren, porque las sienten. Los muchachos de logística, colaborando, corriendo, armando, desarmando y entusiasmados porque todo les debe salir bien.

Si los jóvenes tienen guías que los entiendan, que les comprendan sus sueños, sus anhelos, son capaces de cambiar el mundo. Si encuentran adultos que los escuchen, que les crean, caminarán sin problema y harán de ese camino de la vida algo sin muchas espinas y con muchas rosas.

Colombia y el mundo pueden cambiar si se les cree a los jóvenes. Si se respeta su liderazgo, su deseo de hacer. Sus sentimientos.  Dos días de arte, porque los jóvenes así lo quieren. Dos días de arte, porque los jóvenes así los viven. Dos días de arte que pueden convertirse en muchos, porque los jóvenes vibran cuando cantan, bailan, hacen teatro, poesía, escriben cuentos, muestran todas sus capacidades.

Que la vida no muera en primavera, que la vida se cultive día a día y que haya comprensión y credibilidad para unos jóvenes que se preparan para ser cada vez mejores. Unos jóvenes que hablan de ética, amor y paz. A ellos, les creo.

Gracias por la invitación, porque comprobé, una vez más, que los jóvenes son capaces de vivir la vida llenos de literatura, encuentros, música, baile, poesía.

Gracias a esos jóvenes maravillosos, integrantes de muchos colegios. Todos mostraron que la vida es bella y que puede haber comprensión, amistad, en un evento grande preparado por jóvenes con jóvenes, para Colombia.

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