Por Clara Inés Chaves Romero
Recientemente hubo una decisión de la honorable Corte Constitucional que causó conmoción en el país, al tumbar la norma del Código de Policía que prohibía el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas en espacios públicos.
Esta situación causo no solamente indignación en la sociedad sino entre los distintos alcaldes del país, y algunos congresistas de la Comisión Accidental para la Infancia quienes invitaron a dicha Corte a que explique “hasta dónde se puede limitar el derecho al libre desarrollo de la personalidad de quienes consumen alcohol o sustancias psicoactivas, de tal forma, que no se atente contra el derecho de los niños”.
Este es un claro ejemplo de la conflagración entre el derecho, la moral y la ética.
Si bien es cierto que no se pueden desacatar las decisiones de las altas cortes, por aquel principio general del derecho “dura lex, sed lex- la ley es dura pero es la ley”, y fueron fallos ajustados a derecho, no podemos dejar de lado los intereses del resto de la ciudadanía, a quienes también se les afectan los derechos fundamentales, como a la salud y al libre movimiento.
La moneda tiene dos caras y no se puede mirar solamente una. Los derechos fundamentales de los niños como los del adulto mayor están por encima de cualquier otro, y esto es más que suficiente para proteger el entorno de estas
personas, y el derecho que también tienen al desarrollo de su personalidad, a su seguridad y a la locomoción en tranquilidad.
La moral, la ética y las buenas costumbres son condiciones importantes para la convivencia social; por lo tanto, no podemos ignorarlos y hacer prevalecer los derechos de unos pocos, pues estaríamos anteponiendo los derechos de las mayorías por las de un grupo drogadicto y alcohólico. Es decir, el bien común debe imperar.
1 Noticias del Senado de la República, “Piden a Corte Constitucional explicar fallo sobre consumo de alcohol
y drogas, en espacio público”, 11 de junio de 2019
El beber social dista mucho de las fiestas que se hacen en los parques, ya que estos se crearon para que las familias pudieran compartir sanamente y recrearse.
Lo que faltaría sería que la honorable Corte especificara mejor las condiciones y restrinja los lugares donde esta minoría desee continuar acabando con su salud y personalidad, y en este sentido, cada cual es responsable de sus propios actos.
Los congresistas tendrían que legislar para proteger los derechos de las mayorías, pues esta situación es como la del fumador, nadie tiene porque aspirar el humo del otro y soportar la agresividad y los efectos secundarios que producen en algunas personas el alcohol y las drogas.
Una sociedad que carezca de sentido común, de buenas costumbres, así como de moral y de ética por no mencionar principios religiosos que también cuentan, es una sociedad que va a la hecatombe y por ende el país.
No creo que esa hubiera sido la idea de la Honorable Corte Constitucional. De ser así, estaríamos como dirían algunos en el juicio final, y entonces empaque y vámonos.
Sobre este tema, es mucho lo que los distintos grupos de la sociedad han reclamado a favor de los niños, pero es curioso y contradictorio, pues se les ha olvidado defender con el mismo ahínco a nuestros menores de edad, para evitar que estos se mueran por desnutrición o hambre, o para que puedan tener la posibilidad de ser educados o tener atención a la salud o a la recreación.
Sea esta la oportunidad para invitar a los honorables padres de la patria a ser más coherentes y a ponerse la camiseta a favor de nuestros menores.
(*) Ex diplomática
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