La para en el fútbol colombiano por la ronda clasificatoria al mundial culminó, por fortuna con noticias demasiado positivas para un fútbol severamente cuestionado por su productividad; el hecho de calcar de nuevo la bandera nacional en la lista de FIFA, es la expresión de un nivel por encima de aceptable, con jugadores jóvenes, lo suficientemente recorridos como para alcanzar a llegar a un sueño profundo, dormido desde el mundial de 1994, el cual fue despertado el pasado viernes en el Metropolitano de Barranquilla.
Dejamos de lado el sueño ya palpado, disfrutado y extremamente celebrado, para inmiscuirnos de nuevo en una realidad agobiante. No quiero ser aguafiestas, muchos menos entrometido, pero soy consciente de la cuesta clara observada en cada mañana cuando prendemos nuestros radios para escuchar noticias del Deportes Quindío.
Sí, es innegable el repunte del milagroso, los cojones reaparecieron, no es tiempo de observar el funcionamiento, a esta altura eso es lo de menos, lo verdaderamente importante ha sido recobrar el espíritu de lucha, de sentido de pertenencia y el compromiso para alejar al equipo de una zozobra indomable.
Hace cuatro jornadas caminábamos de la mano junto con el Cúcuta Deportivo por la sombra del descenso, el frío de las tinieblas de la B nos pulverizaba, nos congelaba los ánimos, nos aniquilaba los sentidos y poco a poco nos extinguía las esperanza. Hoy el semblante es otro.
La partida de Arturo Boyacá fue un acierto, el cambio de aire ha permitido restablecer la confianza en casa, los últimos dos resultados en Armenia ante Tolima y Equidad, le han dado un respiro al Deportes Quindío para seguir esquivando el abismo.
Cesar Torres aceptó el reto, y con los mismos elementos ha logrado escarbar en el interior del jugador para poder pensar en una salida rápida de la precaria situación.
Si bien las finales están lejos del alcance del cuadro cafetero, se aproximan cuatro juegos, sin apresurarme podría darle lectura a estos compromisos como los más importantes en la historia reciente del verde esmeralda.
Quedan cuatro conclusiones, cuatro vidas, una detrás de otra, como en la infancia incluso en la adolescencia el “gameover” deambula esperando su turno; la derrota no pasa ni por la orilla, sumar en casa de a tres, y arañar por lo menos un punto de los seis que restan por fuera, seria acabar con el maleficio del 2013.
Medellín, Envigado, Once Caldas y Chicó, son los rivales que se registran en el calendario para cerrar una temporada amnésica, uno de esos despertares en donde solo se anhela que llegue la noche para evitar que sucedan más cosas indeseadas, esa es la descripción del prolongado insomnio del milagroso.
El camino hasta el fin del torneo se aprecia corto, pero en realidad van a ser los 360 minutos más largos del año. El descenso se otea cerca, pero con una distancia moderada, ahora Torres y sus dirigidos van en la cacería del Huila para de igual manera como en la mejor de las corridas capotear con toda la elegancia del caso la zona de promoción, otro punto neurálgico por el nivel expuesto por los de abajo.
Yo no me quiero amargar, les aconsejo que sigamos festejando hasta el sábado el regreso de Colombia a la máxima expresión del fútbol. El domingo ya con el control del tv en mano o en su defecto con el estéreo en la oreja, empujemos para sumar en el Atanasio ante un complicado y valentonado Independiente Medellín.
Tolima y Equidad fueron la señal divina para pensar en sostener la credencial, ahora todos los que estamos siempre dirigiendo nuestra cotidianidad hacia el colectivo cafetero, conservamos la fe de poder hacerle el quite al asfixiante descenso. Saludos desde Bogotá.
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