Ni papayazos al oscurantismo y la reacción política.

Visión desde los territorios.

Pertenezco a la coalición pacto Histórico y por ello creo que tenemos una gran responsabilidad frente a los aciertos y graves errores del gobierno del cambio en su mitad de camino.

Desde mis primeros años universitarios aprendí de Lenin que: “la modestia y la humildad del verdadero revolucionario deben ser inversamente proporcional a su poder y a su talento”. No es esto lo que hemos observado en la arrogancia, egocentrismo y prepotencia de muchísimos funcionarios del actual gobierno.

Sobre la mitad del ejercicio de este mandato lo primero que debemos garantizar es que culmine en las mejores condiciones posibles.

Lo segundo, que en estos últimos dos años se dediquen a consolidar lo ya logrado, en materia social, política y económica. A implementar el Plan Nacional de Desarrollo, contando con los territorios, y a lograr la materialización del acuerdo de paz del 2016.

Nunca antes los grupos y partidos de oposición han tenido tantas garantías y oportunidades de seguir ejerciendo el poder en la mayoría de los territorios, como en este gobierno.

Si bien, son inocultables los logros en el campo social, en estabilidad económica (reducción de la inflación, la pobreza, la galopante alza del dólar, en que venía), así como la buena intención de los alcances sociales de las reformas, en pro de los más necesitados, han sido muy notorias las improvisaciones, la incoherencia, la indisciplina, incluso desde el ejecutivo, así como el desconocimiento de luchadores populares tras larguísimos años, en la propia capital de la república y del resto del país, quienes han sido ignorados. La experiencia, la idoneidad y la responsabilidad histórico políticas no se improvisan. No basta solo con designar militantes, partidistas en importantes cargos que han dado al traste con una de las principales banderas como debe seguir siendo, la anticorrupción, la transparencia y la ética.

Expresiones de autoritarismo, de obstinación y el persistir en mantener personas caprichosamente, dejan mucho que pensar en algunos cargos vitales, deben erradicarse.

Señor presidente, su responsabilidad es muy grande al igual que en Venezuela y en otros países latinoamericanos, y en el mundo, lo que está en juego, es la democracia misma, nuestra institucionalidad republicana y la oportunidad de que nuestros jóvenes y pueblos reciban de sus dirigentes liderazgos claros para escalar y posesionar de la mejor manera las corrientes y

concepciones más avanzadas sociales y humanas del pensamiento. Por el contrario, si se persiste en los equívocos individualistas y en las obnubilaciones que produce el poder, las actuales y nuevas generaciones no querrán saber nada de las corrientes de avanzada, que continuaron con las

mismas prácticas como la corrupción, pues tan dañina es la corruptela “de derecha, de centro o de izquierda”. La mejor forma de enseñar es el ejemplo y hoy nuestras familias están desmembradas y polarizadas, porque cuestionan muchas veces, con razón, no tanto la practica

teórica en términos de Althusser, sino la práctica práctica. Pensemos entonces con alta seriedad y responsabilidad en los resultados que, ante todo en casa, debemos empezar por reconstruir y redireccionar.

Si bien es cierto, que se han reducido ostensiblemente los falsos positivos o desapariciones extrajudiciales, al lado de las torturas y malos tratos inhumanos o degradantes; lo cierto es que las guerras internas, la inseguridad y los conflictos armados son otros de los grandes lunares que hoy nos empañan.

Las grandes reformas que requiere el país siguen clamorosas y exigiendo que no se excluya al constituyente primario, a las regiones y a los verdaderamente interesados y convivientes de esos intentos de reforma, como se ha pretendido hacer con el área de justicia, cada vez más politizada, desnaturalizada como servicio público y al servicio de los más poderosos.

De lo contrario, nostálgicamente se recordará que en Colombia las fuerzas verdaderamente democráticas, tuvieron un gobierno, pero no el poder.

Es tiempo de pensar más con criterio de país nacional que de país político.

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