MANUEL GOMEZ SABOGALPor: Manuel Gómez Sabogal

En estos días, en Facebook, quise como disfrutar un poco y que además, mis amigos y conocidos disfrutaran un poco de la vida. Los chistes no me los invento. Me llegan al correo o los tomo de amigos que, con ellos, me hacen reír.

Uno de ellos, se refería a abogados. “Un avión 747 lleno de abogados fue secuestrado por un grupo terrorista y mandaron el siguiente ultimátum:
Cumplan con las exigencias o liberaremos dos abogados cada hora”. Después de leerlo, me reí mucho y decidí colocarlo en mi perfil.

Reacciones positivas, risas, comentarios y uno de ellos, demasiado negativo. Tanto que esa persona, abogada ella, me eliminó como amigo. Nunca lo esperé. Ese era un chiste y nada más.

Hay chistes de empresarios, arquitectos, odontólogos, científicos, médicos, feministas, de pastusos, paisas, bogotanos, militares. Es decir, de todos los temas habidos y por haber.

Y me dolió esa eliminación que no fue por convivencia o por ser mala gente. Puse un chiste simplemente.

Los chistes son para reírse, para tomar la vida con alegría, para sentir que el humor es algo agradable, interesante, desestresante. En un mundo como el actual, qué mejor que reírse de todo.

Los chistes son analgésicos, son terapia. Con los chistes sentimos que tomamos la vida con gran  relajación. Con los chistes abrimos nuestra capacidad de sentir y de amar.

Por consiguiente, con los chistes mostramos no solamente nuestro sentido del humor sino el sentido que le damos a la vida. Un sentido diferente a una vida que tiene tropiezos, problemas, tristezas. Donde no deben prevalecer los dolores, la depresión, el desánimo, el desamor, sino que la alegría debe ser una prueba de que existimos para vivir la vida, porque la vida es bella.

Con los chistes debemos reír para alegrar nuestra vida y la de los demás. 

Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías, mientras esperan la gran felicidad – Pearl S. Buck.

 

 

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