Es el resultado del boquete jurídico que abrió la Corte Constitucional que le permitirán a esas nuevas organizaciones avalar candidatos en las elecciones venideras, recibir financiación del estado, como el acceso en los diferentes medios de comunicación, fragmentación que debilita a los partidos tradicionales, recordando lo que en su momento fueron los llamados partidos de garaje.

Otro factor para esa proliferación radica en la reforma legislativa del 2011 que alude a la escisión de los partidos, aplicada por el CNE, donde el acuerdo de la Habana ha jugado en favor del boom de esas supuestas nuevas organizaciones políticas, muchas de ellas integradas por saltimbanquis de otros partidos de “promover el pluralismo y la inclusión política“, sin considerar las palabras del presidente al posesionar a los nuevos magistrados del cuestionado Consejo Electoral, allí dijo: “que la ciudadanía tenga cada vez más libertad … de formar partidos políticos, para que se expresen en toda su diversidad”, frase que parece la han aplicado en su literalidad esa instancia electoral, en mora de ser reestructurado dándole al país una verdadera jurisdicción en materia de tanta connotación .

Ahora bien, la crisis de los partidos tradicionales es causal de esa proliferación de movimientos, no solo en Colombia, sino en todo el hemisferio, como consecuencia de liderazgos de corte populista, autoritarios, sin ideas claras, con poca estructura ideológica que los respalden, nos lleva a pensar que algo está sucediendo, con temores ojalá infundados que estamos en una etapa o a las puertas de un debilitamiento de los partidos tradicionales que han servido de sostén a la institucionalidad.

La pregunta que debemos formularnos es la de ¿si los partidos en nuestro país están cumpliendo lo que han prometido en las campañas electorales?, muchas de ellas diluidas con actuaciones en contravía a los intereses que dicen representar o defender, o cuando llegan al poder acuden a las alianzas con el contradictor del ayer, a la burocracia, al manejo torticero de la contratación, con una mínima atención a las necesidades colectivas.

Lo cierto es, que el futuro de los partidos depende de ellos mismos, en la depuración de sus huestes, hoy en día contaminadas con personajes de dudosa reputación, regresando por los fueros de sus principios ideológicos, dignificando los cargos de elección popular, avalando ciudadanos de bien, capacitados, con experiencia en el manejo de los asuntos públicos, transparentes en sus actividades personales y profesionales, si en verdad desean seguir como voceros de la opinión ciudadana.

ADENDA: En ese atosigamiento legislativo en que se encuentra empeñado el ejecutivo, ¿en qué andará la famosa reforma política, con el transfuguismo a bordo, congresistas, ministros, y otras perlas diseñadas para favorecer a la clase política?

Pareciera ser que la administración distrital desea recuperar aunque tardíamente el espacio público en la mítica carrera séptima, de lograrlo desde ya nuestro reconocimiento, hoy convertida en un muladar.

*Ex magistrado

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Por EL EJE