Sin ser alarmista e Invocando el principio jurídico de la previsión de lo previsible y atendiendo al contexto internacional, lo que se observa tras los recientes ataques con misiles por parte de la principal potencia mundial sobre territorio iraní representa una clara instigación a la apertura de un nuevo conflicto, cuyas consecuencias podrían ser de escala global e impredecible. Todos sabemos que toda guerra se sabe cuándo empieza, pero jamás cuándo ni cómo termina.
Recordemos que las dos guerras mundiales sin incluir el sector castrense, que también son seres humanos, dejaron un saldo de más de 102 millones de muertos. De ellos, cerca de 55 millones fueron civiles, es decir, el 68 % de las víctimas. En Colombia, guardando las debidas proporciones diferenciales, la Guerra de los Mil Días dejó alrededor de 130.000 muertos, de los cuales más de 80.000 fueron civiles. Y en el conflicto armado (1958–2018), las cifras oficiales hablan de 462.197 víctimas, sin contar desaparecidos, masacres, líderes sociales, indígenas y firmantes del proceso de paz que han sido asesinados posteriormente.
Como defensor de los derechos humanos, del Estado social de Derecho, nacional e internacional y amante de la cultura de la paz y de la biodiversidad, me permito compartir las siguientes preocupaciones: 1) Esta nueva guerra no será convencional, sino biológica, bacteriológica y nuclear. 2) Toda guerra implica desprecio por la vida, y en este caso responde a intereses geopolíticos y económicos. 3) ¿Están facultados los gobiernos, potencias o Estados, bajo el Derecho Internacional y los tratados, para lanzar misiles, materiales radiactivos, realizar ataques nucleares o agredir a otros pueblos o naciones? 4) ¿Se pretende revivir la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, con el precedente y vergüenza histórica que ello representó para la humanidad? 5) ¿Acaso esta tercera guerra global no afectará por igual a todo ser humano, incluso a quienes no participen directa ni indirectamente en el conflicto? Esta vez, los efectos devastadores , nucleares, biológicos y bacteriológicos podrían generar un verdadero holocausto.
¿Será que, en términos bíblicos, la irresponsabilidad y el desorden mental de quienes dirigen las potencias mundiales nos conducirán al “Apocalipsis”, mientras ellos se preparan para escapar a estaciones espaciales rumbo a otros planetas?.
Por ello, y hablando en estricto Derecho, como jurista que siempre ha sostenido que el Derecho Penal debe ser la última ratio, creo que ha llegado el momento de crear un nuevo tipo penal universal, que se denomine simplemente “La Guerra” como delito autónomo. En tal tipo penal deben responder penalmente todos los gobernantes, personas naturales o jurídicas que estimulen, propicien, instiguen, omitan, consientan o financien guerras contra el derecho fundamental a la vida. Estas acciones deben ser calificadas como crímenes de lesa humanidad, y por tanto, serán imprescriptibles , sin permitir asilo o refugio en ningún país del mundo. Se debe proscribir, además, el concepto bárbaro e inhumano de “guerras justas” o “injustas”. Todo esto, sin perjuicio de lo establecido en los artículos 5º y 8º del Estatuto de Roma y demás disposiciones protectoras de los Derechos Humanos en el contexto universal, hayan o no sido firmantes del Estatuto de la Corte Penal Internacional.
Finalmente, insisto en la necesidad de agotar siempre las vías diplomáticas y respetar los instrumentos de la Organización de las Naciones Unidas. Debemos tener presente que no solo Irán posee armas nucleares. También las tienen Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, China, India, Pakistán y otros Estados. Desde 1968, tanto Irán como Estados Unidos suscribieron el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que sigue vigente, aunque hoy se le pretenda desconocer. Su principal compromiso es precisamente no desarrollar, adquirir ni permitir el uso de armas nucleares.
No consintamos , entonces, el escalamiento hacia una guerra global. Nadie la ganará y todos la perderemos. Y lo más grave: después de ella, no quedará piedra sobre piedra ni territorio alguno que pueda ser reconstruido.