Al reiniciar esta columna con los mejores deseos de paz y prosperidad para los que habitamos este país, no es sano ni conveniente encasillarnos en hechos de poca relevancia que llaman la atención a los medios de comunicación y a la prensa especializada, como si el presidente se puso corbata o nó, si el twingo compite con un Ferrari, si el Junior al fin contrató a un excelente volante de armada, si se llenó o nó la plaza de toros de Manizales en la pasada temporada taurina, ante la feroz campaña negativa de unos lunáticos, cuando la nación se debate en una verdadera encrucijada con características de hecatombe en materia de justicia y de inseguridad ciudadana.
¿Cómo entender la desprotección oficial para más de 3.000.000 de compatriotas, desplazados por la violencia de todo orden, desarraigados a su propia suerte, y, lo más lamentable, con providencias constitucionales a su favor e incumplidas por el ejecutivo nacional, ubicándonos como el segundo en el mundo con este fenómeno social?
¿Cómo entender el olvido institucional con más de 300.000 colombianos, deudores del sistema financiero con procesos ejecutivos e hipotecarios a punto de perder sus viviendas, por la equivocada liquidación de intereses vulnerando llamados judiciales y resoluciones internas de la superintendencia financiera?
¿Cómo entender la poca o nula atención medica social de las EPS oficiales desconociéndose el derecho a la atención de la salud, como un servicio público a cargo del Estado, con un proyecto de reforma a la salud que todavía no es socializado, ni es entendible por parte de la ciudadanía?
¿Cómo entender la falta de vivienda digna de un vasto sector de la población, originando hacinamientos y cinturones de miseria en las grandes capitales, creándose las bases objetivas que sirven de sustento al crimen organizado?
¿Cómo desconocer los vaivenes jurídicos de un Estado que no le da importancia requerida a la justicia como soporte de una democracia sólida y vigorosa, con influencias perniciosas en ciertos fallos cuando estos se producen ya que la masa acumulada de los mismos, por fenómenos de congestión y de atraso y falta de sentido de pertenencia, han hecho de la justicia un factor de incredulidad para la sociedad colombiana, y con un proyecto de reforma que no se socializa en debida forma y que pareciera ser, no responde a las verdaderas necesidades del sistema judicial colombiano, pero si con muchas declaraciones del minjusticia más con ánimo protagónico que de soluciones reales?
¿Cómo no pronunciarnos sobre el desconocimiento de la realidad social por parte de un Congreso de la República cooptado por el ejecutivo, que legisla a favor de ciertos intereses económicos empresariales, industriales, que desestima el grado de miseria del 70% de la población y no tiene escrúpulo para aprobar leyes impositivas, Congreso que pareciera ser no responde al eslogan del cambio con que se hicieron elegir en las pasadas elecciones.
Abrigamos la esperanza que el ejecutivo tome conciencia, que además de la burocracia oficial tanto interno como externa, los problemas de la parapolítica, la insurgencia armada, los acuerdos que en este momento se proyectan con los grupos insurgentes, existe uno mayor que es el de la justicia social, una deuda que el Estado Colombiano trae consigo desde que somos Estado democrático.
ADENDA: Año electoral, con unas elecciones territoriales en el mes de octubre, confiando que los votantes tanto de Bogotá como de Manizales no vuelvan a incurrir en una errónea decisión popular.
Hoy sufren las consecuencias con sus respetivos mandatarios.
*Ex Magistrado.
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