Si les preguntáramos a un conservador o un liberal en estos tiempos de turbulencia variable, y así mismo se les preguntara a los muchachos de antes, los que sobreviven de la generación notable, cuando llovían las ideas de un cielo despejado, las respuestas son más o menos las siguientes: Hoy: Soy L ó C porque me ayudaron, porque mi familia lo profesa, porque un amigo me colocó, porque me parece, porque soy abierto, porque me da la gana…porque si… Pórque… y porqué
…y por qué…Los de antes: Porque las ideas van con mi personalidad, por su breviario, por la revolución Francesa, porque estudie su ideario, porque me identifico con sus principios, por mis principios… Eso es, si se tratara de militantes de principios del siglo pasado, o los pocos de hoy, verdaderos centuriones con armaduras de hierro, vehementes guerreros, troperos insobornables, leales y defensores a ultranza de pensamientos vibrantes y robustos, sin vergüenza y escuderos infatigables.
Fueron épocas firmes del sectarismo, fanatismo arraigado, puro y profundo, de allí se libraron las luchas decimonónicas por el poder, sin transiciones ni transacciones, la paz fue esquiva en medio del fragor del combate. Las guerras federalistas, secesionistas, las violencias partidistas sin tregua, se dieron por un fuerte espíritu dogmático e intransigente, al fin y al cabo eran enfrentamientos frenéticos, fratricidas, brutales, inhumanos desde el germen de la toma de la bastilla entre Girondinos(liberales) y Jacobinos (conservadores); los criollos de la patria boba, Centralistas (Conservadores) y federalistas (liberales); Santanderistas (Liberales) y Bolivaristas (conservadores); Ciprianistas (liberales) y Ospinistas (conservadores); guerra de los mil días entre nacionalistas (conservadores) y reformistas (liberales); hasta las Gaitanistas y Ospino-Laureanistas. Hoy las guerras son más peligrosas, son traperas, rastreras, lenguaraces. De aquellos tiempos del pater liberal, queda solo el color rojo y de los conservadores, las doctrinas apolilladas en las obras de Caro y Ospina. Sobreviven unas montoneras oportunistas, clientelares, negociantes, con tentáculos ventosos, aferrados al poder a como de lugar, para succionar las delicias contractuales y burocráticas. La cartilla social es aprendida teóricamente y barruntada solo en campañas políticas.
Los pocos liberales o conservadores de principios, se hallan en las orillas viendo correr la tupia de escombreras que arrastra la corriente, Los independientes o librepensadores se enconchan en tertulias, añorando épocas del purismo ideológico, de personajes icónicos o de gobiernos y política pulcra y de pensamiento doctrinal. Los partidos procuran “modernizarce” o mejor renovarse para no morir, y lo hacen con alianzas, pactos por debajo de la Mesa y estratagemas que impulsen mensajes ocultos a la feligresía, que como en las épocas del senador Barco, se entregaban desde los directorios los votos en sobre cerrado, inaugurando la trampa del carrusel electoral. Lo más angustiante es el adocenamiento crítico de los partidos de hoy, ni han evolucionado ni se han modernizado.
“Mientras halla concentrado, habrá con que alimentar la piara”, mientras sobrevivan los dueños de las voluntades, no se seguirá moviendo el cambio del status quo. De nuevo aquí como allá, llegaron los mercaderes al poder, que aún sobreviven con sus baratijas. Regresaron para quedarse por un buen rato. Los mismos de ayer, vuelven hoy cargados de ambición y desesperanza…
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