Por Augusto León Restrepo
14 de junio de 1800. Roma. El pintor Mario Cavadarossi, termina la imagen de María Magdalena en la capilla de la familia Attavanti. Su amante, Floria Tosca, una deslumbrante soprano de profesión, sufre de unos celos desbordados. A los pocos minutos de llegar a su trabajo, aparece de improviso Cesare Angelotti, un fugitivo escapado del castillo real, donde estaba como preso político por haber demostrado su afección a las ideas republicanas francesas y a Napoleón, en lo que coincidía, con su conocido Cavaradossi, Este, al identificarlo, le ofrece su protección en un camarín de la capilla, no sin antes ayudarle a buscar unas prendas con las que debería disfrazarse de mujer para huir. Oye pasos y le ordena esconderse. Irrumpe Tosca y le dice que ha oído voces, que si tiene a alguien, escondido. Y mira la Magdalena. y le dice que por qué le pintó los ojos de azul, como que si fueran los de la Marquesa Attavanti y que si tiene enredos con ella.
Cavaradossi le da las explicaciones del caso, que las voces son fruto de su imaginación, y después de mimos y arrumacos logra deshacerse de Tosca. Sale Angelotti y traban conversación y el artista le ofrece su casa para que se refugie. Al instante irrumpe el Barón Scarpia, jefe de policía del Rey y catea por todas partes. Encuentra un abanico, que había abandonado Andreotti en su huida y que tiene el monograma de la Marquesa de Attavanti. Se huele que el pintor y el político huyeron y aparece de nuevo Tosca a buscar a su amado. Aprovecha el militar, que es un atrevido mujeriego, para «picar» a Tosca, con el abanico en su mano e insinuarle que Caravadossi le es infiel. Presa de ira, Tosca sale a buscarlo a su casa y el sabueso ordena seguirla.
Sus agentes incursionan en la morada y detienen al pintor, más no encuentran a Angelotti. Entonces Scarpia cita a Tosca a su despacho para informarle que su amante ha sido puesto preso y que será condenado a muerte, por su complicidad con el francófilo y su simpatía por Napoleón, pero que antes lo torturará para que informe sobre el paradero de Angelotti. Tosca oye sus gritos e implora para que cesen los atropellos, a cambio de indicar donde se haya Angelotti, con toda precisión. Salen los esbirros a buscarlo y el Barón aprovecha para proponerle a Tosca que se le entregue y que, si accede, le salvaría la vida. Tosca le acepta la propuesta, pero no sin antes exigirle un salvoconducto para aquel y para ella. Scarpia lo redacta y le comunica su plan. Cavaradossi de todas maneras sería llevado al muro de fusilamiento. Los soldados dispararán balas da salva. El pintor actuará con naturalidad y se hará el muerto. Y después Tosca podrá recuperarlo y coger las de Villadiego. Tosca le arrebata el documento y con todo sigilo recoge un cuchillo de la mesa de Scarpia, se le insinúa, con aparente lubricidad, simula responderle al primer beso y sin contemplaciones atraviesa su corazón. Es el célebre Beso de Tosca.
Al amanecer Tosca va al sitio donde han de fusilar a Cavaradossi y cuando llegan con él los uniformados busca la forma de comunicarle el plan que llevó a cabo con el lascivo Scarpia , le muestra el salvoconducto y le indica la estratagema que ha de utilizar para salvar su vida. Presencia su ficticio fusilamiento y cuando los soldados se han retirado y Tosca toma la mano de su amante para emprender la fuga, se da cuenta de que una bala certera se había incrustado en su corazón. Mientras tanto, han encontrado los de seguridad a Angelotti suicidado y el cadáver del libidinoso Scarpia. Y salen a buscar a Tosca como sospechosa de su muerte. La encuentran desconsolada sobre el cuerpo de su enamorado y tratan de apresarla. Tosca corre veloz y se arroja de las murallas del palacio real. Pero como, según el anecdotario, más de una soprano al lanzarse ha caído mal y se ha lesionado, en las versiones últimas, como la colombiana, han optado por descerrajarle un tiro de gracia. Hay dos cadáveres en la última escena y los espectadores aplauden a rabiar.
Como muchos lectores habrán advertido, la trama anterior es la de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini, (1858-1924), sobre textos de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, quienes a su vez se inspiraron en La Tosca, del dramaturgo francés Victorien Sardou, interpretada por la legendaria Sara Bernardht y estrenada en París, en función a la que asistió Puccini, hacia 1889. La Tosca de Puccini, es estrenada en Roma en 1900, cien años exactos después de la fecha histórica en la que se escenifica el drama.
Pues Tosca ha estado en Bogotá varias veces, pero solo hasta el viernes 24 de febrero del año que corre, pude verla en el Teatro Julio Mario Santo Domingo de Bogotá, en una triunfal versión producida por el Teatro y la Compañía Estable, cuyo director, Pedro Salazar, fue el responsable de la dirección escénica, que, digámoslo de una vez, es de una calidad superior, por el destacado trabajo actoral de los intérpretes operáticos y del cuerpo de extras. Y el respaldo musical estuvo magistral, bajo la dirección del antioqueño Andrés Orozco-Estrada, consagrada batuta, quien logró imprimirle a la orquesta Sinfónica Nacional el sonido preciso, medido, que permitió el lucimiento de los cantantes líricos integrantes del elenco y una personal actuación llamativa por su entrega y compenetración con lo escenificado. Los Coros Infantil y Juvenil de la Filarmónica de Bogotá, exitosos en sus marcos grupales, como lo reconoció el público con sus aplausos.
Y qué decir de los intérpretes líricos. Sin lugar a dudas, quien se robó las aclamaciones, fue la pareja que interpretó al pintor Mario Caravadossi y a Floria Tosca, el tenor inglés Adam Smith y la soprano austríaca Martina Serafin, aclamados por los asistentes, al final de las arias y de la función. En la que de igual manera sobresalieron los colombianos, el bajo Valeriano Lanchas como el Sacristán y el barítono Jacobo Ochoa como Angelotti, y el barítono argentino Fabián Veloz, en su papel del odiado jefe de la policía real, el Barón Scarpia, perseguidor de los republicanos y víctima del Beso de Tosca. Todo, ambientado por la verista pero a la vez sobria escenografía, que sirvió de escenario para el desarrollo de la acción, en los tres cuadros en que se divide la obra.
La ópera ha sido señalada como el súmmum de las artes, porque reúne en sí, el canto, la actuación, la música, la danza, la poesía, la arquitectura, la escultura, y que esta vez lograron, sumadas, ofrecer un inolvidable espectáculo, a la altura de los mejores del mundo deslumbrante y apasionado del bel canto. Arte total, la llamó Wagner. Y hasta religión y política incorpora. Aún oigo el eco de un Te Deum interpretado por los niños cantores de la Capilla Real, para dar gracias a Dios porque Napoleón ha sido derrotado por los austriacos en la batalla de Marengo, lo que pronto es considerado una falsa noticia. Napoleón gana y celebran los republicanos Caravadossi y Angelotti, lo que les cuesta la vida. Pero esta es otra historia. Si llegaron hasta aquí y no se durmieron, como en la ópera, tengan la seguridad de que algún día se las recordaré.
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