DSC_0511Por: Andrea Linares Gómez  

Un mes atrás, en predios de la Hacienda La Campiña, ubicada en Salento (Quindío), se sembraron con mucho entusiasmo 12 palmas de cera de la especie Ceroxylon quindiuense, famosa por ostentar el título de árbol nacional, pero también por llevar a cuestas un lamentable destino: desaparecer del Valle del Cocora, ícono del paisaje cafetero.

A orillas de la quebrada Boquía, con plántulas de cuatro años de edad, comenzó a delinearse el corredor biológico de la especie, que cruza seis municipios quindianos a lo largo de 110.00 hectáreas. En los primeros tres años, según la Corporación Autónoma Regional del Quindío (CRQ), líder del proyecto, se esperan recuperar y conservar 560 hectáreas, en un trayecto de 12 kilómetros sobre la corriente principal del río Quindío y sobre sus afluentes.

 John James Fernández, director de la CRQ, afirma que los propietarios de 53 predios en Salento accedieron al proceso de recuperación, cediendo parte de sus terrenos. Ahora, se espera tener un resultado similar con los dueños de predios privados en Pijao, Córdoba, Buenavista, Calarcá, Circasia y Filandia, por donde pasa el corredor. “El impacto ambiental va a ser enorme”, dice.

Rodrigo Bernal, doctor en Ciencias del Instituto de Biología de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), y autoridad nacional en palmas de cera, cuenta que en 2014 se les propuso a los dueños de las fincas del Valle del Cocora ceder el 3 por ciento de sus potreros, en los primeros 10 a 15 años, para sembrar nuevas palmas y permitirles crecer lo suficiente con miras a garantizar su supervivencia. Sin embargo, esta negociación no dio frutos. “Se han perdido dos años valiosos”, acota.

 Siembra con criterio

Hoy, en viveros del Quindío, existen 17.000 palmas de distintas edades que pueden ser objeto del proyecto de restauración.

El primer paso es dejar enrastrojar el terreno (vegetación secundaria, como hierbas y arbustos, que dan algo de penumbra y evitan la luz directa del sol, que puede quemarlas); las semillas que allí caigan logran germinar y las palmas que se siembren (hojas de 1 metro de altura), desarrollarse sin inconvenientes.

“Este proyecto de conservación de flora altoandina es trascendental, dado que en el Quindío tenemos 18 especies de palmas nativas y cuatro del género ceroxylon, al cual pertenece la palma de cera. Es necesario que los quindianos conozcan esta flora y ayuden a conservarla”, sostiene Alberto Gómez, presidente Jardín Botánico del Quindío.

Ahora, se espera que este primer impulso de restauración se mantenga en el tiempo y el árbol nacional no desaparezca del paisaje cafetero, hoy Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Una especie sombrilla

La mayor concentración del género Ceroxylon está en los Andes centrales. La quindiuense, en particular, se encuentra en el Quindío y en el Tolima. Se adoptó oficialmente como árbol nacional por medio de la Ley 61 de 1985.

Dicha norma contempla la creación de parques nacionales o santuarios para proteger esta especie; sin embargo, aún falta camino para que se dé este paso.

Las palmas son muy utilizadas por el ser humano, después de las gramíneas y las leguminosas; tienen potencial para construcción, ornamentación, alimentación y medicina.

La quindiuense, en particular, produce frutos entre noviembre y febrero (la quindiuense), fuente de alimento para la fauna. En sus tallos anidan las aves e insectos y la hojarasca que desprende ayuda a formar suelo.

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Por EL EJE