El pasado reciente y el antiguo también, está signado por la violencia desde sus cimientos, axioma que no necesita demostración, tal como lo indica su significado. La historia la olvidamos rápidamente, porque somos un país sin memoria o la tenemos solo para contar aquello que nos interesa. La ocultamos cuando hacemos parte de ella, sea directamente, o porque nuestros antepasados la vivieron desde arriba o la sufrieron abajo. Y la exhibimos para inventar relatos y echar culpas, dependiendo donde estemos ubicados.
El funeral de Miguel Uribe Turbay inundó de lágrimas a sus allegados, copartidarios, y amigos, algunos de ellos hipócritamente oportunistas, para mostrarse y opinar con su «tristeza» aprovechando el despliegue mediático sin precedentes por la gran cobertura informativa. La muerte de Uribe Turbay, nos acongojó a los Demócratas por la causa que la provocó, pensar y actuar con una ideología ultraconservadora que profesó, ese era su talante, su estilo pendenciero y desafiante contra el gobierno, estaba dentro de la amplísima libertad de expresión, producto de su doctrina Uribista, su asesinato fue sin duda, Un golpe torticero al alma de la democracia, y su muerte ha sido más utilizada que sentida. Una teoría a voces es la impúdica intención de las disidencias de las farc, para crear el caos en contra del presidente Petro.
Y así ocurrió, al menos con las primeras reacciones virulentas de sus enemigos, quienes no han escatimado frases para aprovechar la vorágine de Patranas, perdón patrañas, que vayan abultando la aparente crisis gubernamental. Todo estaba fríamente calculado. Sectores obscuros de la extrema derecha aprovechan precipitadamente la barahúnda en que quieren meter a este gobierno. Ahora, no es el déjà vu que algunos quieren hacer ver, es muy diferente la violencia de los 80 y 90 que desató el narcotráfico, aliados con paramilitares, políticos obscurantistas, terratenientes y militares, alianza pútrida que acabó con la unión patriotica, sus líderes, y aspirantes a la presidencia en el mandato de Virgilio Barco.
Son los mismos que borraron las ideas progresistas del nuevo liberalismo con Luis Carlos Galán, y un poco más adelante con el conservador más abierto a las ideas sociales avanzadas del Colombia, como lo fue el dirigente Álvaro Gómez Hurtado a pesar de haber sido hijo del tenebroso Laureano Gómez. A diferencia de lo actual, ayer Virgilio Barco Vargas presidente de la época fue rodeado por los mismos que hoy acusan a Petro, si no lo hacen directamente porque pruebas no las hay, sí lo señalan de instigador del magnicidio, por los constantes enfrentamientos que tuvieron, calificación jurídica que se le dio al malogrado precandidato del Uribismo, Uribe Turbay. Recordamos cuando Carlos Lemmos Simmons, ministro Payanés de gobierno y designado presidencial para entonces de Barco Vargas, (con la Constitución actual sería vice) cuando en un discurso alevoso en el senado de la república el 19 de marzo de 1990, le puso la lápida a Bernardo Jaramillo Ossa, días antes de su asesinato, en el que acusó a su partido UP, de ser el responsable de la violencia del momento, por constituirse en el brazo político de las FARC, episodio que a propósito, fue Inteligentemente preconizado por el caricaturista Fabio Arias Gómez ARI, en el diario la Patria.
Si tenemos memoria, Allá no pasó nada de críticas contra la institucionalidad menos los partidos políticos que lo apoyaban en el país del croquis plano de aquel entonces, nadie de la maquinaria oficial lo increpó, protestaron solo la UP, y el M-19, que ya hacían parte del proceso de paz que firmaron durante el gobierno de Virgilio Barco. Esos políticos, son los mismos que hoy o sus herederos, señalan como responsable al mandato del economista y sociólogo Gustavo Petro de ser, además, el impulsor de la polarización en la que se vive actualmente como perros y gatos callejeros.
La gran verdad sobre Esos ingratos episodios, justificaron la redacción de la Constitución que nos rige, y que se elaboró a través de la ANC, para reconstruir una nueva nación, que había tocado fondo por la violencia generada por Pablo Escobar Gaviria a la cabeza. Esa misma carta que nos guía, no ha servido de nada para superar una nación arruinada por la violencia, la que ha seguido de largo en todos los gobiernos hasta el actual, sin excepción alguna, ora por la aplicación de doctrinas nacionalistas de la eliminación física del enemigo interno con todas sus consecuencias por la violación de los DD HH, ora por los intentos de diálogos y firma de paz, ora por la deuda social, que este presidente ha tratado de saldar con las comunidades abandonadas por siempre, aún contra toda la oposición energúmena en contra, que se oponen a cualquier reforma o cambio de modelo.
La carta política no ha tenido éxito, solo avanza a media caña con el proceso de paz de Santos, que dejó regada como verdolaga en playa, los tentáculos ominosos sembrados por los violentos, a quienes ninguna formula les sirven de nada, que elimine sus diabólicos objetivos. Hemos escuchado voces autorizadas que hablaron sobre el insuceso y de la necesidad y la vitalidad de un lenguaje renovador que incentive un diálogo fecundo y unificador sin resquemores ni odios, que vigorice los mensajes adversarios, sin insultos, imprecaciones que hieran, o susceptibilidades que lastimen.
Entre ellos, los de Monseñor Francisco Javier Munera Correa, director de la conferencia episcopal Colombiana; Luis José Rueda Aparicio, primado de Colombia y arzobispo de Bogotá D.C., quienes encabezaron el llamamiento a la concordia Se sumaron de quienes recuerdo, juristas moderados como Alfonso Gómez Mendez, exministro de justicia, exprocurador y exfiscal de la nación; líderes ecuánimes como Humberto de la Calle Lombana; Gobernadores equilibrados como el del Atlántico Eduardo Verano de la Rosa; Alcaldes prudentes centrados y exigentes como Alejandro Char de Barranquilla No obstante ser de la oposición.
La invitación que extendieron fue también para bajarle volumen a la polarización, todo lo anterior resultó en vano, cuando en el mismo funeral de Uribe Turbay , su mismo padre Miguel Uribe, sacudió negativamente con su discurso, las fibras de buenas intenciones proactivas de la dirigencia mesurada, se sumaron aprovechando el momento, el condenado expresidente Uribe Velez, quien lanzó un duro mensaje contra el ex Santos Calderón remembrando viejas rencillas irreconciliables; al unisono, se oyeron políticos de su partido, radicalizando sus posturas personalistas e ideológicas, como sacándole el jugo a la campaña electoral del 2026 contra Petro y su movimiento político del pacto historico, a un año de las elecciones presidenciales.
Una derecha dividida, sacando réditos del asesinado precandidato. No podemos esperar una campaña libre de agravios, veremos más bien, una agudización de la polarización entre Los bandos enfrentados, más de quienes perdieron las elecciones del 2022, que quienes quieren conservar el status quo, no les importará las heridas que va dejando la polarización con tal que su mensaje llegue a un pueblo ávido de perversión y maniqueo influidos más por el conflicto que por las ideas, sin importar sus consecuencias.
Esa es la subcultura nuestra, especialmente aquellas enfrentadas al gobierno que desoyen los llamados al diálogo y al respeto, para quienes lo que les interesa, es recuperar el poder. El fin justifica los medios, es el aforismo que profesan con tal de llegar al palacio de Nariño.
NOTA FINAL… Todo el andamiaje electoral empieza montado sobre los siguientes pilares: El futuro desenlace del proceso penal vs el expresidente Uribe; la imagen de mártir del sacrificado senador Uribe Turbay; la guerra personal e ideológica vs el presidente Petro y la peor: La continuación de la violencia como argumento para recuperar (??????) la seguridad del estado…