“Solamente es verdadero lo que con la virtud se consigue”

Por Gonzalo Quiñones V. Comunicador social.

Al aceptar el paso de los años con donaire, tranquilidad, alegría y aceptación y confianza en el Señor de la vida, nuestra iglesia católica mira con admiración y aprecio a los jóvenes de ambos sexos. Son inconformes por naturaleza, inquietos; los jóvenes de hoy no tragan entero. Tienen expectativas, son rebeldes y con un grado de inquietudes insospechado. ¡También tienen sentimientos y pensamientos; lloran y ríen; aman y sienten tusas; odian y rechazan. Oran. Acuden a Dios, solo cuando ellos quieren. Son respetables sus intenciones Eso sí, son un mundo especial; son seres especiales. Los valoramos!

Para ellos este mensaje y visión humana: los grandes pesadores del mundo como Sófocles, o Francois Mauriac, dignos de leer, a ellos y a nosotros, nos dicen “Solamente es verdadero lo que con la virtud se consigue”. “Si vosotros no ardéis de amor, habrá mucha gente que morirá de frio”. La virtud y el amor en la manera de pensar y actuar son dones, que en la mente y el corazón de los jóvenes, se hacen más grandes y profundos. Perfeccionan, dignifican y los convierte en seres útiles, importantes y trascendentes que DIOS LOS BENDICE. Y así, son la esperanza más elocuente de un mundo mejor; de una vida mejor para cada uno y de quienes les rodean: el mundo es bueno, si está en las manos de jóvenes buenos, creyentes o no. Los animamos a que estén siempre cerca de Dios. Y con el padre salesiano, Luis Fernando Betancourt Sánchez, estas sencillas visiones: ser joven es amar la vida, cantar la vida, perdonando hasta las pedradas que la vida nos lanza. Es tener altos y bajos, entusiasmos y desaciertos. Es vibrar con los momentos  buenos y pasar lo que nos oprime, con una sonrisa que acalle los percances. Es tener piedad de los débiles, no tener vergüenza de hacer la señal de cruz en público, tararear una canción en el bus. Es ser abierto para lo bueno, respetando lo inmutable, lo perenne de los siglos anteriores. Es mirar la vida de frente, saludando el nuevo día como presente de Dios. Es reavivar el entusiasmo, la sonrisa, la esperanza, la alegría en cada amanecer. Ser joven es avanzar al encuentro de la muerte sin miedo a la sepultura y de los viene después. Es permanecer descubriendo, amando, sirviendo sin hacer nunca distinción de personas y gustando de echarse en la hierba, caminar en la lluvia, iniciar un curso de algo y no terminarlo nunca. Es gustar de dormir y creer en el cambio confiando en Dios…

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