La lapidaria jornada del fin de semana sentenció al técnico del Deportes Quindío Arturo Boyacá. El cinco a cero frente al Cali marca el camino de despedida.
Sala de redacción
Ya no más, el tema de Arturo Boyacá no da espera, el triste y vergonzoso resultado del domingo en el estadio Centenario ratificó que el equipo de Armenia no quiere jugar o no le quieren marchar al cuerpo técnico. Cinco a cero de local y frente al Deportivo Cali fue una verdadera burla contra la ciudad y sus seguidores. Está bien que el técnico no sepa parar el equipo, que se le haya olvidado aplicar un esquema aún para defenderse de su propia mediocridad, pero esta peor que los jugadores no tengan el sentido de pertenencia por la institución, por la ciudad, unidos a una pésima administración que expresa abiertamente su alcahuetería frente a un plantel que no quiere jugar, que no quiere trabajar y que diera la impresión tiene la misión de llevar al equipo al descenso.
Sin ganas
Contra el Deportivo Cali el Quindío fue un remedo de equipo, los errores se compaginaron con la desidia como pocas veces se ve un plantel en el terreno de juego, las imágenes de televisión fueron contundentes, el desastre fue total y a estas alturas restando ocho fechas para concluir el campeonato, el Quindío está destinado a jugar el descenso. Culpables, todos; un dueño que no quiere a su propia empresa y prefiere jugar con una región, unos jugadores sin pundonor, un técnico sin personalidad, una sociedad que se olvido del principal baluarte de la ciudad, un gobierno que prefirió sentenciar la continuidad de Hernando Ángel y sus sequitos apelando una decisión judicial, craso error, algunos comentaristas adulando al dueño, y para rematar un proceso judicial que no prospera, que está quieto, cuando a la fecha ya se debería conocer los resultados jurídicos que beneficien el futuro de la institución. Mejor dicho cada día de mal en peor.