ARTILU (2)

Por Álvaro Rodríguez Hernández

Los  directorios cada vez se parecen a las sociedades. Invisibles.

Son amorfos. Desiguales, sin objetivos, calcados en su paso para rescatar líderes para su propio desarrollo. Distantes y sin programas. Inequitativos desde el trato que le dan a sus estructuras partidarias.

Un voto emocional cada vez más disperso y estrujado. Calculado, frío y sin pausa de una democracia imperfecta. En la estrategia suicida. En “imbéciles pretenciosos”.

Revisen: ¿qué partido  serio opera hoy en Colombia? Hay directivas inconsultas. Directivas personalizadas sacando provecho de sus propios intereses. Poco se reúnen y se sintonizan con esas minorías silenciosas que llevan a las urnas con intenciones primarias. Nos tragamos el odio del voto con la misma facilidad como nos engañan con la rabia incierta de quienes dicen estar enfrentados.  Camuflados, digo. Sin eco.

Da lo mismo para muchos sin brindarnos con apuestas inteligentes y honestas.

El internet nos quitó la memoria del voto. Hoy no se plantea, se discute en línea. Vivimos una metamorfosis interna irreal. Se compran tropiezos digitales sin transitar, en muchos casos, en la legalidad. En la verdad.

Es más. No existen por la condición de sedes con ideología y proyecto político sino porque se convirtieron en garajes digitales. En surtido online. Creando el griterío, el ruido mediático, como prefiere llamarlo Piedad Bonet. El trol.

Ya no son los cascarones o las casas añejas que amagaban con derrumbarse en cada campaña. Sólo frente y sin planificación y reparación. Todos somos víctimas de quien impone.

Hoy ya son  sedes desarmables. Invisibles. Sin rostro. Están a un  clip del elector pero lejos de generar confianza. Prefieren migrar cada 4 años en un remolino que empuja cada vez más al fondo. Pocos salen a flote en la tragedia del voto. Nadie interpreta a nadie a razón de intereses camuflados.

Mienten, muchos, estructurando banderas que no utilizan. Proponiendo misión y visión que no se realizan. Tarjeta para su militancia es una farsa. Seguimos improvisando y propugnando por alianzas cómicas. A la vuelta, mañana no reclamamos porque somos electores momentáneos, ocasionales, que no exigimos ni aplicamos voto inteligente, a conciencia, con racionalidad. No. Aplicamos aquello del que me da sin verguenza alguna.

Extraviados en los laberintos. ¿Qué partido serio, opera hoy en Colombia con un mínimo de respeto por sus electores que marchan al abismo? La carpa está tendida. Los directorios cada vez se parecen a las sociedades. Son su reflejo.

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